Carlos Olivares Baró

La Camerata de Salzburgo

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Olivares Baró 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La Camerata de Salzburgo, fundada en 1952 por Bernhard Paumgartner como Camerata Académica de Mozarteums Salzburgo; tengo todavía los ecos de su prodigiosa sonoridad, cuando se presentó en el contexto del 40 Festival Internacional Cervantino (2012) en la Sala Principal del Palacio de Bellas Artes: oportunidad que tuvimos los habitantes de la Ciudad de México de escuchar en vivo a uno de los ensambles más prestigiosos de música de concierto del mundo.

En estos días de aguaceros, ciclones, terremotos en las Antillas, llegada de los Talibanes a Afganistán, escándalos, ceses y renuncias en la diplomacia cultural mexicana y alza en las cifras de contagios en una ‘tercera ola’ infausta de la Covid-19, he estado inmerso en el universo sonoro de un conjunto de trayectoria de setenta años, que ha privilegiado una magnifica propuesta en el sentido musical, social y organizativo. ‘Asamblea instrumental’ integrada por músicos de 20 nacionalidades con un objetivo primordial: transmitir por el planeta el lenguaje universal de la música.

Resonancia Camerata Salzburgo que los melómano reconocen en los más de 80 conciertos anuales que brinda alrededor del orbe: el público de Rumanía, Rusia, Inglaterra, Italia, suiza, Turquía, Alemania, Francia, Escocia, Estados Unidos, México y Portugal, entre otros países, ha recibido con fervor sus presentaciones.

Una brisa húmeda y fría abraza las anochecidas de esta penúltima semana de agosto; sin embargo, el milagro interpretativo de nueve violines, cinco violas, cuatro violonchelos y tres contrabajos ‘calienta’ los crepúsculos. Me apresto a escuchar: Divertimento en Si Bemol Mayor, K. 137 y Adagio y fuga en do menor, K. 546, de Wolfgang Amadeus Mozart (1756-1791); los cuales complemento con Serenata para cuerdas en do Mayor, Op. 48, de Piotr I. Chaikovski (1840-1893), y Concierto para Violín No. 2, de Heinz Karl Gruber (1943).

Clasicismo, romanticismo y modernidad en un programa que he ordenado a la medida de mis gustos y obsesiones: Mozart en habla perdurable, Chaikovski en textura de expeditiva sutileza y Gruber en neorromanticismo de guiños jazzísticos. Tres dibujos sonoros que la Camerata de Salzburgo asume en varios discos con oficioso desempeño, bajo la batuta del diligente violinista Alexander Janiczek, líder absoluto de 20 ejecutantes de probado virtuosismo.

Inicio el convite con Divertimento en si bemol mayor (“Andante”, “Allegro di molto”, “Allegro assai”), la sorpresa me inunda: Mozart, nadie lo duda; pero, la tonalidad uniforme de los tres movimientos se empalma por los bríos de unos violines que avanzan sobre la espalda de la noche: columpio de lento-rápido-rápido recreado en concordia de galante ofrecimiento. Camerata en franco derroche concertino. Divertimento que entra en los recodos de la zarabanda y desemboca en los ancladeros de la suite (sucesión) cuando los violines, en el Allegro assai, sintonizan ecos filarmónicos itálicos.

Neorromanticismo en costura de hard bop-modal expresionista que el contrabajo, cantante y conductor Heinz Karl Gruber expone en el Concierto para Violín No. 2. Nebelsteinmusik. Retumbos de Arnold Schoenberg y Hugo Wolf (representantes de la Segunda Escuela de Viena) y citas de la Suite Lírica, de Alban Berg. Cuatro movimientos (“This is my Them”, “Im Herzschlag”, “Andante”, “Concertino. Allegro vivace-Presto súbito”) que los músicos de Salzburgo entregan desde explícita concordia ecléctica en la que se pone de manifiesto la contextura de un compositor de abierta sensibilidad modernista. La ejecución solista del violinista Alexander Janiczek, precisa.

Otra vez Mozart: Adagio y fuga en do menor, pieza de 1783 bajo los influjos de Haendel y Bach: el joven Mozart en formales linderos barrocos, pero desde inflexiones melódicas de ‘clásica sinuosidad’ y apasionada configuración armónica. La Camerata vuelve a ponerme en vilo: no me importa la lluvia que golpea los cristales con violencia, me descubro llorando de alegría.

Cierro el agasajo con Chaikovski: Serenata para cuerdas en do Mayor (“Pezzo in forma di sonatina”, “Valse”, “Elegía”, “Finale”). Belleza melódica de una de las piezas más arropantes del repertorio del autor de la popular Obertura 1812. Medidas inusuales, contexturas de matices sorprendentes siempre al servicio de atmósferas de intensos dibujos orquestales que la Camerata austriaca deletrea en penetrante y atenta exégesis. En el movimiento segundo (“Valse”) los músicos europeos escarban con destreza en el temperamento singular del compositor ruso; mientras que en el tercer movimiento (“Elegía”) transfieren con eficacia, el arrebato de los alientos líricos característicos del autor de El lago de los cisnes.

Mozart cabalgó rampante en los pizzicatos de las cuerdas; Chaikovski entibió los azogues del espejo; Gruber matizó con renovación súbita las tradiciones. Gala íntima con varios álbumes de La Camerata de Salzburgo: se borraron todos los resquicios sombríos de la noche. Seguía lloviendo. Yo estaba instalando en el reino de la dicha. Amén.

Serenatas y divertimentos, Mozart
Serenatas y divertimentos, Mozart
Serenatas y divertimentos, Mozart
  • Artista: Camerata Salzburgo 
  • Genero: Cámara 
  • Sello: Hybrid Disc