Carlos Olivares Baró

Cuatro poetas para el verano: Eliot, Juarroz, Janés, Baquero

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Olivares Baró
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El verano no es una estación: julio y agosto, plazos donde el tiempo abrasa al deseo. Todo se va de manera apremiante: todo se disuelve bajo la insolencia del sol. “Y a mí el sol me desvestía / para pegarse conmigo, / despeinado y dulce, / claro y amarillo: / ese sol con sueño / que sigue a los niños”: Alfonso Reyes. Allá en el Guantánamo de mi infancia, el verano era una festividad: conocí el mar y sus resplandores: supe del brío de una música que las fragancias salinas voceaban para mí. Piélago y albor que borraban la sombra del zaguán de la casa. Mi primer beso ocurrió una noche de verano: “Un nacimiento oscuro, sin orillas, / nace en la noche de verano, / en tu pupila nace todo el cielo”: Octavio Paz.

Me detengo en estos días en cuatro poetas, no sólo entrañables sino también protagonistas de muchas de las conmociones que nutren el repertorio de mis ruegos más venturosos. Releo con redundado goce, regocijo y delectación Cuatro cuartetos, de T. S. Eliot (San Luis, Misuri, 1888-Londres, 1957) —aproximación de José Emilio Pacheco—; Poesía Vertical, de Roberto Juarroz (Buenos Aires, 1925 - 1995); Poesía completa, de Gastón Baquero (Cuba, 1918-Madrid, 1997); y Movimientos insomnes, de Clara Janés (Barcelona, 1940).

Cuatro muelles de tránsito por la franqueza y por certidumbres untadas de perplejidades. Poesía en estado puro: metafísica en murmullos elegantes (Eliot, Juarroz), inocencia abonando en el mar la vacilación (Baquero) o el erotismo clamando su fragilidad en las aguas de la noche (Janés). El verano no es un cuajo ni un paréntesis ni un turno irremediable del transcurrir. Vaya estío que irrumpe para desactivar los posibles abandonos. Dicen que es un pecado peregrinar el verano en soledad: yo dialogo con estas cuatro voces de labios sangrando por amonestaciones del abismo: desafiante despliegue de verbos que huyen de los mutismos intermitentes.

Me empapo de frases para borrar los silencios y agregar acasos a las junturas. El oleaje lanza su ráfaga y se irradian los excitables burbujeos sobre el espinazo del margen. El verano no es más que una apariencia: los turistas no conocen el azogue del sol: espejo multiplicado en la vorágine del acontecer. Los veraneantes han firmado un pacto para ocupar el mismo nido en cada temporada, la misma rutina o quizás la perenne algarabía.

T. S. Eliot: “Las palabras se esfuerzan y se agrietan, / A veces se quebrantan bajo la carga y la tensión, / Se resbalan, tropiezan y sucumben, /La imprecisión las desfigura, / Pierden su sitio, pierden su fijeza, / Voces aullantes / Que reprochan, se burlan o sólo parlotean / Las asaltan continuamente”. * Roberto Juarroz: “El amor es otro dios que se agota, /otro espacio estrujado. / Y ni siquiera el atardecer, / que derrota a los contornos, /nos redime ya los pasos”. * Gastón Baquero: “La vida no es sino una sombra errante, /Un pobre actor que se pavonea y malgasta su hora sobre la escena, / Y al que luego no se le escucha más, la vida es / Un cuento narrado por un idiota, un cuento lleno de furia y de sonido, / Significando nada”. * Clara Janés: “Mi loco amor me huye. /corre hacia ti / como una tempestad de arena. /Como la lluvia del monzón / llena, mi loco amor, / de ríos el desierto”. 

Poesía completa
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  • Autor: Gastón Baquero
  • Editorial: Verbum