Carlos Olivares Baró

Mientras ellas duermen / Javier Marías

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Olivares Baró
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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La muerte de Javier Marías (Madrid, 20 de septiembre, 1951-11 de septiembre, 2022) me ha dejado una sensación de orfandad: narrador de raza, que sorprende en la estructuración de un habla impar: lenguaje de compases intercalados: “La mulata, indecisa y confundida, volvió a mirar hacia arriba, ahora ya sin duda hacia mi izquierda, sin duda hacia el balcón que se había abierto y hacia los brazos fuertes que eran cuanto yo veía, los brazos largos del hombre en mangas de camisa, las mangas arremangadas, blancas, los brazos velludos, tanto o más que los míos” (de Corazón tan blanco).

El primer libro de María que leí, Vidas escritas, lo devoré con el asombro que sólo proporciona la Literatura (con mayúscula). Bastó esto: “Robert Louis Stevenson se convirtió en un muerto natural, sosegado y sepulto el 3 de diciembre de 1894, en su isla, Samoa”, para convertirme en su incondicional. Las novelas Corazón tan blanco (1993) y Mañana en la batalla piensa en mí (1995) se convirtieron en talismanes que me protegían de los malos libros. He disfrutado con pasión la luminosidad, encanto y elegancia de la prosa del novelista madrileño. No me gusta decir que tengo un ‘escritor preferido’; en realidad, tengo estrépitos de entrañables narradores, poetas y ensayistas impregnados dentro de mí, sus voces están anidadas en el lado izquierdo de mi pecho: ahí donde el corazón suspira.

En estos días, releo Mientras ellas duermen (Alfaguara, 2007), volumen conformado por catorce relatos en que el autor de El hombre sentimental despliega episodios enmarcados en circunstancias que arropan a criaturas residentes en zonas imprecisas de lo insomne y lo alucinante, desde una prodigiosa sagacidad relatora en el alcance de un grado de tensión y hondura que recuerda a Poe y a Borges.

Tres hombres marcados por la maldición de un pordiosero mulato en La Habana del siglo XIX; una mujer de Gijón que hace reclamaciones a su amante después de muerta; un espectro, tras muchos años, aún convive entre los vivos; un mayordomo neoyorquino encerrado en el elevador de un rascacielos; los trances de la vida de un individuo que disfruta su muerte por el silencio; dos dobles que arruinan las vidas a sus ‘originales’; un esposo que se va de putas porque su mujer es poco lasciva y sin imaginación en el sexo; o la presencia de una belleza tan imaginaria que sólo puede mantenerse en la muerte.

Fantasmas que retornan y no reconocen el etéreo entorno que los vigila mientras sueñan. Ficciones ubicadas en la indeterminación: hechos trazados en quiméricas coordenadas, como se aprecia en el relato “La canción de Lord Rendall”: texto de apariencia apócrifa dilucidado en turbadora trama. Escritura de ecos, de ligazones: “Un epigrama de lealtad”, protagonizado por el autor británico John Gawsworth tiene analogía con la vida de Gawsworth en la novela Todas las almas donde lo biográfico confluye en la fantasía. Releo “El viaje de Isaac”, crónica de una maldición-enigma: la predicción de muertes del pordiosero mulato se cumple en padre e hijo, pero en el nieto no, porque no había nacido. “El que no se concibe es quien muere más”. Parábola de total traza borgesiana; para mí, uno de los más turbadores textos de la narrativa hispánica.  

Mientras ellas duermen
Mientras ellas duermen
Mientras ellas duermen
  • Autor: Javier Marías
  • Género: Cuento
  • Editorial: Alfaguara