Carlos Olivares Baró

La escritura impulsiva de Ricardo Garibay

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Olivares Baró
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En estos días he vuelto a las páginas de Ricardo Garibay (1923-1999) no por ser el año de su centenario: el autor de “Náufragos” es necesario: entro a sus folios para pertrecharme de vislumbres que me ayuden a enfrentar la falsedad del mundo. Uno está acechado por la insidia y la aversión: Garibay nos proporciona técnicas pugilísticas verbales para contraditar a esos hipócritas que rondan por doquier. Tengo conmigo Ricardo Garibay. Antología (Ediciones Cal y Arena, 2013), selección y prólogo, Josefina Estrada: imprescindible.

Compendio de cuentos, crónicas, memorias, semblanzas, diálogos, crítica (paraderos literarios). Cada vez que leo Cuento freudiano para alienados y alienistas (“Había una vez un niño que vivía jugando siempre, horrorizado de sus juegos, en las entrañas de un hombre. El hombre sufría por esto y decidió matar al niño; mas para logarlo tuvo que abrir su cuerpo con un pequeño cuchillo. Y creyendo morir gritaba, cuando vio que de sí salían muchos otros niños, sosegado hermosos [...]. Eran sus hijos...”) la piel se me eriza, quedo embozado por el pasmo.

Impartí durante mucho tiempo en varias universidades la asignatura Estilística en la carrera de Comunicación. Les pedía a los alumnos un libro: Las glorias del Gran Púas y un texto Estilo y Literatura, de Garibay: la bibliografía para el semestre. Discutíamos semanalmente fragmentos del Gran Púas y dedicábamos dos horas a la dilucidación de Estilo y Literatura. “Se escribe como se es. O sea, se escribe desde el temperamento y el carácter. Un hombre suave, suavemente habrá de escribir; y lo contrario un hombre aristoso. Y tanto, que si algún huracanado escribe con tersura es que la tiene de alma, y el huracán, como mera fachada; y será más fácil conocerlo por su estilo que por su conducta o lo que jure de sí”.

Recuerdo, ese fragmento lo cotejábamos con el habla del Gran Púas: “Estábamos en los vestidores, a quince minutos de la pelea donde el ídolo de la Bondojo destazara en quince segundos al tailandés Paget Lupicanete, flan de encargo, mucho antes de que las lámparas acabaran de alumbrar completamente el enlonado del drama. El drama era de Olivares. Victoria relámpago que no creyó nadie entre los diez mil fanáticos que el imán del Púas y el colmillo del promotor gringo embodegaron en las graderías de Sport Arena, en Los Ángeles, aquella maliciosa noche del 2 de junio del 76: arranque del derrumbe definitivo de una maciza gloria mexicana...”: Se escribe como se es. “Para mí, escribir es pelear, pelear contra todo y contra todos, y lo más, pelear en mi contra —y sé bien lo que digo, no hay ingenuidad ni jactancia barata—. Y como de muchos modos me amo y me detesto sin pudor ninguno, no quiero que la derrota me venga de afuera”.

Garibay expuso su cuerpo en cada verbo elegido, las palabras como una sagrada apuesta: ser patrono de ellas, dominarlas: “Dales la vuelta, /cógela del rabo (chillen, putas), / azótalas, / dale azúcar en la boca a las rejegas, / [...] / sórbeles sangre y tuétanos, /sécalas/ cápalas...” (Octavio Paz). “La piel y la entraña de un escritor son las palabras”, decía quien fue un maestro del lenguaje. Escritura impulsiva, fogosa: “Escribir es una forma de orgasmo”.

 

Ricardo Garibay. Antología
Ricardo Garibay. Antología
Ricardo Garibay. Antología
  • Selección y prólogo: Josefina Estrada
  • Género: crónica, cuento, memoria...
  • Editorial: Cal y Arena, 2013