La poeta, traductora, ensayista, docente y crítica literaria Ida Vitale (Montevideo, Uruguay, 2 de noviembre, 1923): sobreviviente del movimiento literario y artístico Generación del 45 (Juan Carlos Onetti, Carlos Maggi, Idea Vilariño, Mario Benedetti, Armonía Somers, Ángel Rama...), celebra por estos días el centenario de su nacimiento en intensa faena creativa. Recuerdo que la vi en la FIL de Guadalajara de 2018, cuando fue galardonada con el Premio FIL de Literatura en Lenguas Romances: corría por los pasillos y subía las escaleras como una muchacha de 20 años.
Acreedora de importantes reconocimientos literarios: Premio Octavio Paz (2009), Premio Alfonso Reyes (2014), Premio Reina Sofía (2015), Premio Internacional de Poesía Federico García Lorca (2016), Premio Max Jacob (2017) y Premio Cervantes (2018), obra poética sustentada en iconografías traslucidas en la recordación y en una franja calada por cantos de pájaros residentes en un lienzo untados de esplendores: el tiempo desplaza la mirada hacia el amor ramificado: cánticos de una música de melodía inflamada en que un niño se refugia para entrever una mudanza: “Alguien se va para no irse, / para quedar encapsulado / en un pasado imaginario, / páramo del nunca olvidar”.
Azares que alcanzan bendición en el follaje imaginado: “estrellas que iluminan / antes de haber nacido”. Poeta que reclama en cada verso la irradiación extraviada de los nombres para desdeñar los hilvanes del engaño. “Muere el mundo del olvido”: la ascua se convierte en un ritual de acasos desplegados en las ruinas del otoño vencido. El fin se proclama en la alborada y “En el árbol, el pájaro / canta a solas su miedo / de estar solo”.
Arrestos del peregrino desconcertado que espera en la densa bruma del exilio, en la sospecha, en cada éxodo, las imaginaciones del miedo que se vincula con la esperanza. “Como este pájaro / que espera cantar / a que la luz concluya, / escribo entre lo oscuro, / cuando nada hay que brille / y llame de la tierra”.
Celebro su cumpleaños centenario releyendo pasajes de La luz de esta memoria (1949), Sueño de la constancia (1984), Procura de lo imposible (1998), Reducción del infinito (2002), Trema (2005), Mella y Criba (2010), Mínimas de aguanieve (2015): memoria amplificada reposando sobre los sucesos del mundo: desvelo contenido en sutilezas melódicas que son ascuas frutales. “Dame en cuanto cierre / los ojos de la cara, / tus dos manos de sueño / [...] / dame, noche, verdad / para mí sola, / tiempo para mí sola, / sobrevida”: otra manera de morir el sobresalto de la vida.
Olvidos y sombras. Proximidades y límites. Silencios. Almanaques, jardines. Bosque Vitale: lisonja que empapa los designios. El exilio: jardín cerrado que espera la luminosidad de un espejo en que la piel del higo es “sórdida constancia”. Blanda borrasca columpiada en los atajos: cosmos vibrante dibujado por pronunciaciones de equilibrada serenidad. Un corazón latiendo en los esplendores de las hojas caídas de los árboles en un otoño de sueños cautelosos. Inciensos cómplices de un aire interpolado con los requiebros de la existencia. Ida Vitale o la palabra habitando una hondonada donde un ciervo resopla entre el follaje.
Poesía Reunida
- Autor: Ida Vitale
- Editorial: Planeta/Austral