Carlos Olivares Baró

Los muros de Lazer Fundora

LAS CLAVES

Carlos Olivares Baró*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Olivares Baró
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

Los cuadros de Lazer Fundora (La Habana, Cuba, 1965) son bocas humanas que vocean apariciones / las apariciones pronunciadas en los lienzos de Lazer Fundora son irrealidades que todos hemos soñado / notas arriesgadas en los cráteres y torrentes de potros que se miran sudorosos en el galope de la extensión de estrellas azarosas. Estamos frente a un artista plástico que glosa los destellos del júbilo en una invitación a la suavidad paradójica de la rabia arrebujada en la espesura del espejo. Matices escoltando nuestras soledades con tinta de fiereza ensoñada.

Muros que se despliegan al sol: “trozo de cielo vivo y tatuado: / el hombre bebe sol, es agua, es tierra” (Octavio Paz). Lazer Fundora disemina astros: luces interiores descuartizadas en rebanadas de anillos limosos para que la mirada sea cómplice, mientras él acaricia los minúsculos granos del instante y la quietud se engrandece en el intento de borrar la ceremonia de la orfandad acechante en los mercurios.

Una cascada despliega su manto / la mariposa vuela en su transparencia / el fuego destila azul en los sudores del grito/ veo a un caballo galopando sobre la espuma / la guitarra lanza acordes solares / suspendidos, el muchacho y la muchacha mastican delirios / los enemigos se ven obligados a pactar en la calcinación de la pausa: silencio que se asoma: suavidad rabiosa ascendente en la proa del velamen / las balanzas desteñidas por la ausencia de los equilibrios propician el nacimiento, el brote, de una fiesta cómplice de espirales aventuradas: huellas en los enigmas del muro.

Miró, Klee, Tápies, Penk, Basquiat, Bacon, Warhol, Cuenca asomados en grafitis en dimensiones marcadas por un informalismo concebido en rumores: abandono, nostalgia, mirada a la que ha sido, parpadeo incrustado en una presencia de insilio sensorial. Lazer Fundora sigue jugando en las arenas del Almendares: agua que desemboca en su corazón azorado. Apuntes aleatorios manchados de una dulce ironía: tatuajes en los marrones, en los rojos y en los delicados amarillos: inmediatez de la silueta y caos contenido por la transfiguración de unos gestos primitivos empapados de ternura: murallas: tapias del tiempo: “borra de añil que dejan los crepúsculos” (Olga Orozco).

“Vacío y aliento amagan en la piel” (Lezama Lima). El cosmos de Lazer Fundora deletrea la contemplación en el vértigo de los deseos: entre dos aguas el rojo arde como una estrella de muchos ojos. Un barco de papel se hunde en el paisaje del eclipse de una luna que cuelga como un cometa: un niño sostiene la cuerda, en la muñeca de su brazo convergen los ecos de la blandura de una furia a la deriva que dialoga con el balanceo pendular del arrojo amarillento del girasol hasta los bordes del barranco. Sumario de ideogramas oxidados arropados por pardos alaridos. Grietas: estación rota, fantasmal, enmascarada: navajas: miles de cuchillos flotando en el luto: larga cicatriz congelada cruzando los corredores del cielo. “Insumisa piel que borda / lo sagrado” (Maria Baranda).

Dicen que la vida fluye en línea recta: las criaturas de Lazer Fundora pronuncian lo contrario: la vida emana hacia el recuerdo para asomarse en los ventanales de la memoria y reafirmar el nacimiento del hombre arropado en su interminable agonía. 

Muros
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  • Catálogo de la obra pictórica de Lazer Fundora
  • Editorial: Repeticiones Grá