Resonancias de tres poetas admirados

Año que ya se va. Meses que nos marcaron a todos para siempre: 2020, parteaguas decisivo. Trato de recordar y la nebulosa del presente borra los reflejos de las tardes pasadas. Intento evocar, pero la perplejidad de hoy me detiene en una pausa interminable. El tiempo se ha detenido: hoy en un no-tiempo de vigilias. Me refugio en la poesía: parece un lugar común marcado por la afectación y el presuntuoso gesto de la apariencia falsa. Cuando digo que me refugio en la poesía, lo hago desde la confesión de que en el territorio del verbo todo se transfigura. Me abrigo en la casa del ser, el lenguaje: desde ahí, lanzo una mirada al mundo.

Tres poetas para este fin de año: Federico García Lorca (España, 1898-1936), Fina García Marruz (Cuba, 1923) y Virgilio Piñera (Cuba, 1912-1979). Tres puertos donde estoy encallado en estos días. No salgo de sus esclusas: estoy expatriado en ellas. Camino de una estrofa a otra, de un redondel a otro, de una estepa a otra.

De momento, la luz de Federico García Lorca me encandila los ojos y tiemblo ante el ardor de su voz: “La luna clava en el mar / un largo cuerno de luz. // Unicornio gris y verde, / estremecido pero extático. // El cielo flota sobre el aire / como una inmensa flor de loto. // (¡Oh, tú sola paseando / la última estancia de la noche!)”.

Llega la aurora, unas imágenes de Virgilio Piñera se despliegan sobre la luz lánguida y la nostalgia estalla en mis gestos: “La eterna miseria que es el acto de recordar. / Si tú pudieras formar de nuevo aquellas combinaciones, / devolviéndome el país sin el agua, / me la bebería toda para escupir al cielo”.

Se asienta en el insomnio, la resina obstinada del deseo y las palabras de Fina García Marruz discurren sobre el pañuelo del aguardo: “Qué raro es el amor, qué raro / aun entre amantes / que se aman, aun en el seno / de la casa materna, / la entrañable, / qué instante / tan raro aquel en que él irrumpe / de otro modo, súbito como un golpe, / el amor dentro del amor...”.

La poesía, una necesidad. Leer poesía para desempolvar al mundo de ataduras y contrariedades. Los versos se cuelan por las rendijas de los zaguanes y el limo verdea las oscuras grietas de las tapias. La poesía se acordona en los tres costados del triángulo de la vida y entonces llega una marejada de hervores que son tajos y son también un renacimiento y una fiesta de noches irradiadas: temporal de acasos: constelación de planeos de cocuyos a la intemperie abismada. La embriaguez alcanza la intensidad: renacen coplas en el arrojo del sueño: regresa la infancia, el regocijo se ciñe en los ascensos.

Federico García Lorca: “Hoy siento en el corazón / Un vago temblor de estrellas / Pero mi senda se pierde /En el alma de la niebla. / La luz me troncha las alas / Y el dolor de mi tristeza / Va mojando los recuerdos /En la fuente de la idea” * “Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo / por vena de coral o celeste desnudo; / mañana los amores serán rocas y el Tiempo / una brisa que viene dormida por las ramas”.

Virgilio Piñera: “La maldita circunstancia del agua por todas partes / me obliga a sentarme en la mesa del café. / Si no pensara que el agua me rodea como un cáncer / hubiera podido dormir a pierna suelta” * “La bestia es perezosa como un bello macho / y terca como una hembra primitiva”.

Fina García Marruz: “Y cuando el tiempo torna impuro un rostro, / una vida que amamos en su hora / cierta de dar, por siempre más reales / que su verdad presente, lo veremos / cuando lo rodeaba aquella lumbre, / cuando el tiempo era apenas un fragmento / de un cuerpo más esplendido, invisible. / Todo hombre es el guardián de algo perdido. /Algo que sólo él sabe, sólo ha visto. / Y ese enterrado mundo, ese misterio / de nuestra juventud, lo defendemos / como una fantástica esperanza”.

Tres poetas para estos días de abismos y signos inexplorados: Federico García Lorca, Virgilio Piñera, Fina García Marruz. La poesía, una necesidad inapelable.