Titilar: proviene del latín titillare, que significa cosquillear. Tiene origen imitativo. / Titilar: agitarse con ligero temblor. Un cuerpo luminoso tiene la propiedad de centellear con tenue estremecimiento. Cuando la luz varía en su intensidad: titila rítmicamente. Las estrellas titilan en la noche. Los diccionarios refieren cercanía semántica con rozar y estimular. Titilar por el frío invernal. Titilar por el miedo. Titilar ante el cuerpo deseado. Titilar frente a la intimidación. Vivimos asediados por cosechas de titilaciones perseverantes. “Oh corazón que ves /en toda oscuridad, /cuándo estaremos ciegos /en luz, cuándo hablarás, /habitante del fuego”: Antonio Gamoneda.
Titila sangre (Ediciones Periféricas, 2024), de Melisa Arzate Amaro: poemario que explora, desde la mirada femenina, las circunstancias agobiantes del México contemporáneo. “Vientos calientes rozan los hombros agapantos, / laurel en crestas abiertas magma terra, / senos archipiélago y ojo de agua plasmático”, suscribe la poeta en una suerte de proclama “para compurgar los celos de los dioses, / la rabia de los hombres”. El lector tiene frente a sus ojos un sumario de conjuraciones urgentes: íntimas jaculatorias elucidadas en un discurso de musicalidad imperiosa cercano al bebop y a recurrencias fonológicas contiguas a la música urbana.
Estrofas donde las cifras del amor y la ternura se trenzan y dialogan con el arraigado despojo signado en una crónica de trágicos sucesos como el de Pasta de Conchos. “Elegimos enraizarnos / a ese suelo / estratosféricos, /ácido, /salino. / Nos descantábamos en el /carbono, /derramábamos, sin pausa, / las aguas de relave / de imprudencia, / aversión por la templanza, / patógenos turbulentos / capaces de tornarlo / todo infértil, / metálico / sobresaturado”. Hallarse en el mundo y mirarlo vaticinando retos múltiples en la conminación de generar reflexiones que modifiquen acciones añejas y forjen nuevas reseñas de este cosmos que moramos.
Espacios configurados en un lenguaje de irreverente dicción. Metáforas nerviosas instaladas en las franjas de una memoria insomne en los resquicios del humo y las cenizas donde convive la gracia untada por el dolor. “Jadeo en la orilla / de histórica ría, / advierto el horror // de un mundo que, / diferente al de Ulises, / no concibe demora ni cambio de rumbo // bordeando la costa /no atino a asestar un golpe definitivo/ que dé muerte a la sirena, // a mí tendida a su vera. / Un jaguar se gazapa / bajo la fronda del membrillo”.
Escritura de sangrantes designios en un lienzo tejido con hebras emocionales de avideces inmutables de alguien que titila (palpita) en los fluctuantes suspiros de la presencia y el incesante transcurrir en la “huella del tiempo insondable / de todo maldito sentido”. Melisa Arzate Amaro ha leído muy bien al peruano César Vallejo y al chileno Raúl Zurita. Poeta insaciable, quien en “la divinidad se dibuja en el perímetro de una amyndala, / la unta de naranja amarga /para darla a mamar, / ella prolija en borbotones se da”. Siempre algo sangra: sólo la poesía lo renace y lo nombra desde los indicios de suscribir la encrucijada de estar con la “sangre hirviendo de ganas, / de muerte y de entrañas”.
Titila sangre
- Autora: Melisa Arzate Amaro
- Género: Poesía
- Editorial: Periférica, 2024