Verano musical y literario

LAS CLAVES

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El verano, zona de vaticinios: presencias que custodian gestos: encuentro con las huellas de meses precursores: pasmo frente a lluvias imprevistas. “Pulsas, palpas el cuerpo de la noche, / verano que te bañas en los ríos, /soplo en el que se ahogan las estrellas, / aliento de una boca, /de unos labios de tierra. / Todo respira, vive, fluye / la luz en su temblor, /el ojo en el espacio, /el corazón en su latido, / la noche en su infinito. /Un nacimiento oscuro, sin orillas, / nace en la noche de verano, / en tu pupila nace todo el cielo”: Octavio Paz.

Releo Las ceremonias del verano, de Marta Traba: “Yo soy una muchacha que llora sin parar, en el fondo de un cuarto oscuro. El calor entra por las rendijas, se cuela el pegajoso, enervante y turbio calor; exaspera las lágrimas, las calienta y la sal se hace más evidente: pero ya no son lágrimas, es algo más hondo y también ridículo”. Encrucijadas del verano: el viento no ulula y un perro rabioso agrede la tarde. Me despierto desnudo en la madrugada y algo cae oblicuo sobre mi espalda: el sol ya presagia su presencia. En el verano estamos solos, desesperados, humedecidos de un sudor graso que permanece: la carne no cicatriza por el nitro acuoso.

Escucho el Verano de Vivaldi: lo entrelazo con la Rapsodia azul, de Gershwin. Dos sacudidas se prolongan en la mudez de la canícula. “Escribo / para que el agua envenenada / pueda beberse”, nos dice Chantal Maillard. Regreso al patio de la infancia: el pozo acumula dolores de palabras olvidadas. Sigo leyendo a Maillard: “Así el aire, ¿dónde, / el aire? Ah, sí, el aire, la mañana, / vivir, decía algo, alguien / tal vez decía, no sé. Las cigarras. / en otro tiempo, las cigarras”.

Entro a la Manada de bisontes en un sueño, de León Plascencia Ñol: “esta tarde de verano es sorpresiva. el follaje / que se mece es igual al de un filme / en blanco y negro. hay algo aquí sobresaliendo, / extenuado, casi a punto de caer”: todo se precipita en estos bordes en que la “temperatura aumenta”. El cantante Keb’ Mo’ se columpia en los arpegios de “The Times They Are A-Changin”: bailo en la cima del instante. Aymée Nuviola me conmina a la fiesta y me empapo en las cadencias de “Bailando todo se olvida”. La trompeta de Chet Baker atenúa la letanía asfixiante, me sumerjo en las concordias de “Pamela’s Passion”: una paloma se posa en el quicio de una ventana.

Aquí en la cabecera tengo los libros que pretendo leer en este lapso veraniego: Cuentos (Hermanos Grimm), Otros son los sueños (Esther Seligson), El libro de las costumbres rojas (Elisa Díaz Castelo), La extracción de la piedra de locura (Alejandra Pizarnik), Orfanato (Serhiy Zhadan), El mar, el mar (Iris Murdoch), El fantasma de las palabras (Louise Erdrich), Nosotros (Manuel Vilas). Hago un paréntesis con Cielo Cruel, de Maritza M. Buendía: cuerpo y deseo vacilando entre rachas imprevistas. Solo humo, de Juan José Millás: cántico a los espejismos y a la fibra contagiosa de la literatura. No puedo salir de los folios de La cabeza que rueda, del poeta Raúl Ortega Alfonso. Voz de una mujer en el alma de un varón: despliegue de animosidades, apegos y pasiones escoltadas por sorpresivas piedades donde todavía existe algo que duele.

La cabeza que rueda, portada
La cabeza que rueda, portada ı Foto: Especial

La cabeza que rueda

  • Autor: Raúl Ortega Alfonso
  • Género: Poesía
  • Editorial: Ápeiron, 2023
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