Hace tres años México fue golpeado por segunda ocasión en la misma fecha.
Hace 35, el primer terremoto partió nuestra crónica en antes y después del sismo. Oaxaca, Guerrero, Chiapas, Morelos y Puebla comparten cicatrices con la capital nacional. Hoy conmemoramos lo inolvidable, sus víctimas y sus héroes.
Lo hacemos en medio de otra tragedia, una de liberación prolongada. La pandemia sin fecha ni hora precisa sucede desde finales de marzo y diario nos remece, perdemos familiares, amigos o conocidos; los ingresos disminuyen, los empleos se pierden y los pequeños negocios se extinguen; niñas y niños expulsados de aulas y patios, su formación integral frente al pizarrón, conviviendo con pares y superiores, aprendiendo a jugar y a estudiar se canceló y no hay fecha para su reestreno.
Del terremoto de 1985 al pueblo quedó el amargo recuerdo de un Gobierno invisible, ausente, lejano durante tres días; demasiadas urgencias y pocas, presencias. Civiles hicieron lo posible frente a lo necesario. Luego la tecnocracia tomó control y presupuestos, creó programas y clientelas electorales; la usura política sobre la desgracia popular.
En 2017 la magnitud y la reacción fueron otras, menor la primera y veloz la segunda. Sin embargo, la marca fue ayudar y robar. Desaparecieron despensas, casas de campaña, insumos grandes y chicos; crearon negocios para una cúpula político-empresarial insaciable. Como antes, las estampas de vecinas y vecinos organizándose, alimentándose, alentándose, quedaron en la memoria.
En Oaxaca, Puebla, Chiapas y Morelos los temblores de tierra se sumaron a la pobreza y falta de infraestructura, sobre todo, de visibilidad; tierra fértil la del campo mexicano con sus poblaciones dispersas y anémicas para grillar sobre el drama de los más vulnerables. Partidos políticos en la tenebra, pensando en la siguiente elección para quedar bien, regalando dinero público para posicionarse y conquistar voluntades hambrientas de esperanza.
¿Cuántas prerrogativas entregaron Morena, PRI, PAN, PRD, PT, MC o PVEM? ¿Cuántas operaciones carrusel simularon en bancos? La decente marcha económica ayudó a seguir adelante, disfrazó transas y pifias. En la CDMX los damnificados con sus campamentos, evidenciaron apetitos futuristas de la anterior administración local; todos, lucrando con la vista puesta en la presidencial del 18.
De los sismos de 1985 y 2017 pasamos a la pandemia global de 2020. El Gobierno se ocupa de labrar su épica; cada palabra, conferencia, discurso u ocurrencia persiguen consolidar el proyecto transformador, hacer más historia a costillas de menos Gobierno. A rescatar, salvar, curar, moralizar con un solo credo polarizante, excluyente y refractario a la crítica, al disenso. La diversidad cual complot; los datos, cómplices de conjuras. Contra ellos, una realidad unilateral, legítima, válida, simple y llana.
La pandemia impuso el registro de contagios de SARS-CoV2, de muertes por Covid-19 y la expectativa por vacunas que rompan inéditos confinamientos, parálisis económicas, que nos salven de la pérdida de escuelas, no de instrucción a distancia que además visibiliza la iniquidad y desigualdad.
De este trance recordaremos el protagonismo del doctor López-Gatell, su muertómetro diario desde Palacio Nacional, sus pronósticos, enojos e ironías, no olvidaremos algunas cifras puntuales, 6-8 de mayo, de junio, 6 mil decesos, 14 mil, hasta 34 mil, catastrófico sería 60 mil. Van 72 mil y la CDMX reconoce (sello diferenciador) el subregistro de 10 mil muertos hasta ahora.
Para los anales quedarán la multiplicación de conferencias oficiales que, con excepción de la mañanera, impactan nada e informan menos. Las de epítetos diarios contra adversarios. Las frases hechas. La plaza vacía del 15 de septiembre. La rifa del avión. Los enojos presidenciales.
La toma de la CNDH por Morena. Las descalificaciones automáticas para feministas, víctimas de desabastos medicinales, de personal sanitario desprotegido, agricultores fifí, panistas, grillos, conservadores. Ni una sola protesta social es válida.
La consulta “sin querer-queriendo” para condenar el prestigio social (perdido hace mucho) de los expresidentes neoliberales. Fuera de juicio, pura politiquería. La plausible austeridad convertida en criticables recortes sin pericia alguna.
Atestiguamos cómo lo importante se ausenta de la protagonista narrativa presidencial y contrasta con su creativa, abundante agenda de lo intrascendente con la mira puesta en 2021. Hoy como ayer, la “atinada” política del poder, por encima de los demás.