¡Abrazos, no balazos y amén!

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>&nbsp;<br>
Carlos Urdiales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.  Foto: larazondemexico

Vivimos tiempos donde los símbolos importan más que los hechos. En el México de la 4T, implantar un nuevo régimen va por delante que gobernar eficazmente y los resultados van detrás de la narrativa que invoca un nuevo triunfo, el segundo piso.

Las fotografías de Claudia Sheinbaum y Xóchitl Gálvez, cada una en su turno, con el papa Francisco, simboliza mucho.

Como actos de fe —y de política—, viajaron con la misión de ser empáticas con un pueblo mayoritariamente católico, para matizar sus aristas laicas o de plano agnósticas, una bendición para lucir místicas más populares.

Y mientras las dos candidatas lograban audiencia con Su Santidad, acá, prelados refrendaban sus llamados al crimen organizado para que se organice mejor, para que pacten entre malos los territorios endosados y dejen de azolar al pueblo que tributa sus arcas por vivir, por transitar y comerciar, desde toneladas de aguacate o limón o incluso, por abastecer su vida común y corriente en comercios certificados como aliados de los cárteles machuchones de la región.

Unas encomiendan a Dios sus campañas. Otros, los de sotana, piden a delincuentes que por favor amainen su violencia y el encaje ilegal al pueblo, pero eso sí, sin renunciar al narco, al trasiego o a la trata.

Los curas rezan para que los pecadores moderen el derramamiento de sangre y la zozobra emocional de millones. El Presidente acusa enésima campaña de desprestigio. Tiempo de chacales, dirá.

Y entre bendiciones y maldiciones, las madres buscadoras piden permiso a capos para que las dejen buscar a sus muertos sin que las maten.

En tiempos donde los símbolos pesan, esas fotografías confesionales hermanan a Claudia y Xóchitl en la necesidad de figuras que las arropen, agua bendita para imaginar que, la que venga, sabrá cómo hacer la paz y no la pax narca.

O que al menos intentará que la inseguridad se combata, sí desde sus orígenes, sin balazos, con abrazos con hostias para los pecadores mayores. Y que también la legalidad impere por caminos correctos, los de la justicia, la verdad y la paz sustentada en el derecho.

México enfrenta el desafío social y democrático más importante de su historia. Definir si nos gobernamos por lo civil o por lo penal. Si nos resignamos a una tregua entre capos que mandan, autoridades que acatan y sacerdotes que median.

Lorenzo 2030. Sucedió en el Zócalo de la Ciudad de México el domingo, la concentración en la que el exconsejero presidente del INE, Lorenzo Córdova, fue orador único.

Concurrencia ciudadana de significativa juventud, síntoma de una estructura demográfica que comienza a actuar bajo lógicas distintas a ser chairos o fifís, o los liberales juaristas en contra de conservadores porfiristas.

Otra estampa, lejos de púlpitos y más cerca de aulas, calles y vidas que exigen más proyectos y menos historia.

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