La violencia en México crece, ni épica, retórica o abrazos frenan su escalada. Homicidios y feminicidios son el elefante a media sala del cual el Gobierno federal prefiere no hablar. Entre los sexenios de Miguel de la Madrid y Vicente Fox, mitad del periodo neoliberal, los asesinatos no sumaron cien mil.
El domingo el país alcanzó y rebasó esa cifra. Con datos del Inegi y del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) con 407 muertes violentas reportadas entre el 1 y el 8 de septiembre, en 34 meses el actual sexenio acumula cien mil 345 homicidios y feminicidios.
Durante la administración de Enrique Peña Nieto transcurrieron 54 meses antes de romper la funesta marca. Y en la de Felipe Calderón 63. Para abril del próximo año se alcanzarán y superarán las 120 mil víctimas registradas en todo el sexenio calderonista.
El registro por año en la presidencia de Andrés Manuel López Obrador es el siguiente: En diciembre de 2018 se reportaron 3,091 crímenes mortales. En 2019 fueron 36,661. Durante 2020 --pandemia mediante-- 36,579 (82 homicidios menos) que, aunque parezca absurdo, se presume en la estadística y comunicación oficial. En el periodo del 1 de enero al 31 de agosto el SESNSP reconoció 23,318 vidas arrebatadas.
El promedio diario de asesinatos en México ha sido, cifra oficial, durante junio 75.0, en julio 76.8, agosto 77.9 y septiembre 83.7. Fuente: Víctimas reportadas por delito de homicidio (fiscalías estatales y dependencias federales).
Arrebatos ideológicos centran la atención pública en revocación de mandato, juicio político, acoso al INE y Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación, futurismo presente que no altera realidades en regiones encapsuladas en la ley de la selva. Energía oficial que madruga no desvela el secreto de la resiliencia criminal. Discursos, regaños y comedidas peticiones caen ante la contundencia de la brutalidad delincuencial.
El Presidente Andrés Manuel López Obrador está convencido del abordaje a la problemática más peligrosa que enfrenta el Gobierno y junto a él, todos. Apostar por la distención a través de acciones esféricas, dinero, becas, historia remozada y empatía discursiva no revierte la matazón cotidiana en la cual vivimos desde hace ya dos sexenios y medio.
El mayor riesgo es que una mayoría, vulnerada en su certeza primaria de seguridad física, material y emocional, impulse el surgimiento y escalada de personajes que atinen a colmar un clamor popular políticamente incorrecto, pero humanamente presente; poner orden.
Imponer la paz y seguridad, así sea con el uso legítimo de la fuerza pública. Nunca como hoy más Guardia Nacional y nunca como hoy menos imperio de la norma legal y social.
Datos oficiales alertan sin confrontar. Llamado estadístico para inventar alternativas. Urgencia de resultados tangibles, no pírricos. La percepción de vivir en tierra de nadie en donde tomar, bloquear, extorsionar se tolera, donde matar no tiene pena, hacen un caldo de cultivo para malas ideas y peores propuestas de un peligroso futuro colectivo.