Carlos Urdiales

Consulta, que algo queda

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales
Carlos Urdiales
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La consulta popular del primero de agosto, para conocer si deseamos o nos interesa (al Presidente López Obrador, no, y lo dice él) que las autoridades investiguen a los actores políticos del pasado —léase a los expresidentes vivos, excepto Luis Echeverría—, para que en caso de encontrar elementos jurídicos vigentes suficientes se les procese conforme a las leyes, es para el Gobierno del Presidente López Obrador, otra cosa.

En el resultado de la inédita consulta deberá venir implícita una, otra sentencia colectiva —aunque no necesariamente mayoritaria—, en contra de prácticamente todo lo hecho antes del 1 de julio de 2018. Esa ratificación va a alimentar la idea de un antes y un después, del parteaguas histórico que la épica transformadora persigue con ahínco.

La autoridad, sin importar qué partido, movimiento o persona gobierne, debe investigar, procesar y castigar a los actores políticos, militares o sociales que violen la Ley. Consultar eso es retórica. Pero de eso no se trata el ejercicio democrático de agosto, se buscan argumentos nuevos e incomparables que muestren cómo son más los que apoyan al Gobierno actual, que aquellos que critican y cuestionan su discurso y acciones.

Dividir paga. Polarizar ayuda a ventilar anhelos y rencores masivos. Consulta, que algo queda. No veremos en la cárcel a Carlos Salinas de Gortari, Ernesto Zedillo, Vicente Fox, Felipe Calderón ni a Enrique Peña Nieto. La condena moral —tan parcial como relativa— de sectores de la población continuará. El afecto o desafecto público igual. Sólo, y eso a veces, la suma de décadas logra convertir a los hombres de la cosa pública en próceres de la Patria y el bronce.

Activistas a favor de la consulta, como el diputado federal electo por Morena, Omar García, sobreviviente de Ayotzinapa, argumentan que la consulta significa construir un dique para que en el futuro nadie, desde el poder, abuse. Cree que se puede mandar un potente mensaje que garantice que nunca más la impunidad sea la norma entre los poderosos en turno, ni materia de pactos entre grupos en transición política. Suena bien.

México a dos bandos, entre lo real y lo ideal, entre el ser y deber ser; consulta que indaga lo que no debe, una voz masiva que marque el porvenir. Cada bando va a juzgar simultáneamente y sus veredictos serán absolutos y opuestos.

Resultado nimio, inútil, desgaste de la figura democrática participativa, dinero bueno tirado. O éxito refrescante, coro justiciero, voluntad consagrada a pesar de la anticampaña y el boicot de medios y cómplices del pasado, sentados al banquillo imaginario.

Todo cabe en una sociedad dividida, donde el desabasto de medicinas y oncológicos pediátricos forma una narrativa casi golpista, que navega sobre corrientes globales, fragmentación geométrica y espacial; visión de poder que resucita a la guerra fría con una derecha imperialista al acecho de los emergentes progresistas. Aquí conviven los que anidaron a Pinochet y también los que encumbraron a Salvador Allende. Consulta, que algo queda.

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.