Debate vs. Eclipse

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Urdiales
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El post-debate lo ganó el eclipse. El interés popular entre el fenómeno astronómico y la ordinaria lucha electoral se pudo constatar con poco más de 15 horas de diferencia entre uno y otro suceso.

Al eclipse fuimos con genuino asombro, sin prejuicio sobre lo que presenciamos y gozamos.

Al debate asistimos con esa predisposición que confirma la regla; el primer encuentro entre candidatos a la Presidencia no altera las preferencias.

Así, lo que los ejercicios de demoscopía buscaron fue saber cuál fue la percepción mayoritaria sobre el desempeño de Sheinbaum, Xóchitl y Máynez.

En consistencia con las encuestas rumbo al 2 de junio, los más vieron a Claudia como la mejor, los menos a Gálvez y aún los menos-menos, pensaron que el sonriente abanderado de Movimiento Ciudadano destacó más que sus oponentes.

Al INE hay que reprocharle el medroso formato. Tanto les puede la potencial molestia del oficialismo, que los consejeros electorales optaron por construir un esquema soso. Pocos temas, muchas preguntas e innecesarios líos con el tiempo en bolsa o turno.

Sume al anticlimático esquema, una realización mediática atorada con el reloj y encasillada en encuadres sin generosidad para ver más —o incomodar— algo extra de nadie. En consecuencia, tampoco aportó nada.

Sí, Xóchitl no lució. La candidata confesó que por su estructura mental matemática y rígida, que el debate se saliera de lo que tenía planeado, la sacó de equilibrio. Xóchitl reconoció que no se desempeñó como hubiera querido.

Mal razonamiento para quien aspira a ser timón de la Nación aceptar que, ante lo inesperado, extravía su mejor versión.

En el control de daños post-debate, la abanderada de PAN, PRI y PRD dijo que, a su cierre, bandera doblada con el escudo nacional al revés, le faltó tiempo para el broche dorado, voltearla al tiempo que proclamaría que ella iba a enderezar al país.

La narrativa de lo que no ocurrió en conjugación perdedora, “iba”, pero no fue. Claudia Sheinbaum y Jorge Máynez en presupuesto.

Ella a no engancharse y lucir como estadista. ¿Lo consiguió? Depende de sus afectos y desafectos. El de MC a presentarse como reemplazo de Samuel García y hacer lo que toca, sumar para que los fosfo-fosfo —patente de Mariana Rodríguez— conserven su registro nacional.

Pero más allá del INE, el formato, la producción y los nervios de cada aspirante, la culpa del poco impacto que el primer debate presidencial tiene y tendrá, es la esencia de la política, los fundamentales que aquí y en el mundo marcan sendas claras y seguras para ganar y gobernar.

La que lidera preferencias no debe atender a sus perseguidores, tiene que hablarle a su base y no al electorado opositor que, estadísticamente se confirma, no la adoptará bajo ningún supuesto. Y no lo necesita. El debate, se cuenta solo.