El PRI soy yo
SOBRE LA MARCHA
![Carlos Urdiales Carlos Urdiales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.](https://imagenes.razon.com.mx/files/image_940_470/files/fp/uploads/2023/11/07/6549e5b714a76.r_d.400-238.jpeg)
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
¿Cómo el partido político más trascendente que México ha conocido, fue capaz de diluirse hasta ser anécdota y picaresca en sólo un sexenio?
El PRI (desde otras siglas y prólogos) institucionalizó la Revolución, sometió al imperio de la política a caudillos, transformó levantamientos en sectores y moduló cacicazgos regionales en bastiones al servicio del presidente en turno.
Organización que aglutinó a prácticamente todo el país y nos llevó de luchas intestinas al desarrollo estabilizador, sorteando la Guerra Fría en un mundo polarizado entre capitalistas y comunistas.
Cuando el PRI perdió la Silla del Águila en el 2000, varios predijeron su fin, pero sólo dos sexenios después volvieron con Enrique Peña Nieto y una generación borracha de poder, con AMLO en la lona histórica tras dos intentos fallidos y sumando otra derrota y la enésima acusación de fraude.
La frivolidad, y sobre todo la corrupción, de esos priistas reflotaron a López Obrador poniéndolo en línea de asalto al poder. Así fue. Hoy Morena abreva mucho de aquel priismo de los 60, 70 y parte de los 80.
Su verticalidad, entender el presidencialismo como simbiosis entre partido y poder. La cultura de la disciplina, paciencia y recompensa, conformación de grupos y cuotas. Morena es el nuevo viejo PRI.
El original PRI, el del campechano —de Campeche— Alejandro Moreno Cárdenas y sus secuaces, nos brinda un último patético espectáculo.
Las ruinas del partido son un apetecible negocio para quienes se agandallan prerrogativas, membrete y la potestad para dar y repartir cargos, aunque sean menores en apariencia.
La costumbre del poder en México nos inculcó que no hay encargo malo para transar con lo que hay, licencias, permisos, obras y otros botines. El PRI como bisagra en el Congreso tampoco es componenda menor.
Eso reclama para sí Alito, encabezar la última andanada intestina para dejar, al otrora partidazo, sin hueso y en los huesos. Ser voz cantante para jugar a la democracia cercana o distante —según se requiera— con Morena, apoyar resistiendo si eso le funciona al partido en el poder, todo un opositor servicial, bien portado y mejor pagado.
La resistencia interna a Alito en el tricolor apuesta a factores externos, el INE, uno de ellos, en tanto que debe validar los cambios en los estatutos cuando el proceso electoral formalmente no ha terminado. Por ahí alguna falta más a normas internas y ya.
Exdirigentes, exgobernadores o antiguos candidatos, se forman para renunciar o claudicar en una defensa que, por lo demás, al parecer sólo a ellas y ellos importa.
El PRI, encarnado en su vociferante capataz, camina a paso seguro hacia la nada.
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