Hoy será un día trascendente en la vida política de México, hoy la reforma al Poder Judicial vivirá un antes y un después. Hoy se confirma si por ausencia o quiebre, algún opositor a la 4T hace realidad la transformación constitucional de mayor calado en la última década. Veremos.
Como sea, queda claro que la mayoría legislativa no tiene ni tendrá distancia alguna con el Poder Ejecutivo, ahora o el 2 de octubre, las bancadas de Morena y sus aliados serán leales brazos ejecutores de la Presidencia, como lo son hoy.
Si hoy la reforma transita, el otro Poder, el Judicial, también estará orbitando alrededor de Palacio Nacional, sin reserva alguna, a mucha honra como alardeó hace unos días la ministra Loretta Ortiz Ahlf. Un tribunal constitucional impedido, por confección, de ser contrapeso. Sin distancia pues.
El 22 de septiembre Morena renovará su dirigencia. Por designio y por democrático descarte, la actual secretaria de Gobernación, Luisa María Alcalde Luján, será cabeza en el sector electoral de la 4T.
Y su número dos, sea desde la Secretaría General o desde la de Organización, será Andrés Manuel López Beltrán, el hijo políticamente más activo del Presidente.
Así se garantiza que Morena, el Congreso y la Corte, actualicen e infundan un vigor pleno al presidencialismo ido —dicen—, característico de aquel priismo al que el Nobel de Literatura 2010, Mario Vargas Llosa, llamó alguna vez, “dictadura perfecta”.
Para que ninguna sana distancia provoque confusiones o distorsione, los augurios más escépticos, la propia Presidenta electa ha despejado algunas dudas, quizá incluso, una que otra esperanza.
Habrá mañaneras a imagen y semejanza de las instauradas, junto con el nuevo régimen, por AMLO. Diarias y tempraneras.
La próxima mandataria vivirá en Palacio Nacional. Viajará en sencillos autos económicos por la Ciudad y sus alrededores, y en robustas camionetas cuando la distancia, sólo geográfica, sea mayor.
Verla en salas de espera de aeropuertos en el país tampoco será, como dejó de hacerlo el Presidente López Obrador; en cambio, habrá aviones de la Marina o del Ejército, que sin lujo alguno, la muevan. Cosa de logística, seguridad y austeridad.
Fiel a su palabra, AMLO ya casi se va. Pero se queda. Permanece cerca porque él sí supo y pudo, a base de votos, imponer legítimamente un régimen transexenal a prueba de egos y nuevos protagonismos.
Lo terso de la transición es tan sólo una expresión de cómo debajo de la forma, el fondo subsiste, el poder, se quiera o no, se acepte o no, también.
Sólo resta reconocer que, hasta ahora, en el usufructo de ese poder, López Obrador no ha roto el orden institucional. Pronto sabremos si el segundo piso de lo que imagina el edificio de su 4T, contempla alinear a los tres poderes del Estado.
Y en 2030 quizá, contemplar cómo uno de los suyos toma la estafeta.
Periodista, director de Emisoras Habladas en Radiópolis. Acá, todo es personal.