Seguridad: Responsabilidad compartida

SOBRE LA MARCHA

Carlos Urdiales*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Carlos Urdiales
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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El secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, presentará hoy la estrategia nacional de la administración de la Presidenta Claudia Sheinbaum, para abatir los índices de violencia y criminalidad.

Casos que ilustran la crisis de ilegalidad e impunidad abundan en el país.

En Culiacán, Sinaloa, hay guerra desde hace cuatro semanas, más de 120 asesinados y 170 desaparecidos.

En Chilpancingo, Guerrero, a menos de una semana del cambio de poderes en la capital estatal, asesinaron al que iba a ser secretario de Seguridad, al secretario general de municipio también, y el domingo levantaron y decapitaron al edil Alejandro Arcos Catalán.

Lo mismo en Guerrero que en Sinaloa, Fuerzas Federales y Guardia Nacional están presentes. Allá y acullá, Morena es Gobierno estatal. O sea, la 4T ejerce el poder, pero no manda.

En la tierra de Chapos y Mayos la disputa entre cárteles antagónicos es la que impone toques de queda, condiciona el derecho al libre tránsito y burla a las autoridades locales. La sociedad sabe de quién desconfiar, pero también a quiénes debe atenerse.

En Guerrero, la fragmentación de corporaciones criminales dificulta la idea de un Atlas estatal de zonas con alta incidencia delictiva. Abundan siglas y membretes de matarifes y extorsionadores. En la colindancia con Morelos, en la capital o en Acapulco, impera el crimen.

En Chiapas, a su modo y circunstancia, quienes se dedican al contrabando de droga y a la trata a través de migrantes, abren y cierran caminos y poblaciones. En Altamirano, el toque de queda lo imponen caciques y la gente se apega a lo que diga el más armado, el más temible.

Un día antes de que la Presidenta Sheinbaum tomará posesión, Omar García Harfuch, al recibir de manos de Rosa Icela Rodríguez la Secretaría de Seguridad federal, delineó la estrategia del nuevo sexenio, coordinación con todos los niveles de gobierno, asumir el desafío como una responsabilidad compartida.

Ni la llamada guerra de Felipe Calderón, o la pax narca, esbozada por Peña Nieto, como tampoco la política de abrazos, no balazos de AMLO con la atención a las causas de tanta inmoralidad, han resultado capaces de transformar la violencia nacional.

¿Será que la suma de las partes termina por encender una luz en medio de la oscuridad, teñida de sangre, que envuelve a México?

Hace sentido imaginar que, con interlocución desde la posición de poder político, que la cercanía con la Presidenta le da, el nuevo secretario sea capaz de coordinar inteligencia e investigación con la Fiscalía General de la República, como lo hizo con Ernestina Godoy en la CDMX, y que ésta se traduzca en contención y desarticulaciones puntuales.

Que dialogue como par con los generales de soldados, Guardia Nacional, así como con los almirantes de la Marina para que se desconfíen menos entre sí y les podamos confiar más.

Sólo los hechos renovarán la idea de que no todo se ha perdido.