Daniel Alonso

Los mil y uno goles

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Daniel Alonso
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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“Esta es la historia de Marruecos, el equipo de futbol que en medio de los desiertos enigmáticos hizo posible el sueño del mundo árabe con una pelota de futbol. Es el último cuento que la princesa Scheherezade le cuenta al rey Shahrian después de mil relatos. Los marroquíes han logrado superar obstáculos y batallas impensables ante genios maravillosos como Cristiano Ronaldo y compañía”.

Sí, como un cuento árabe es el presente de Marruecos en la actual Copa del Mundo y después de eliminar a España y Portugal, vivirá esta noche en Qatar su más grande desafío cuando se mida con la vigente campeona del mundo, Francia.

Para Marruecos y muchas naciones árabes, enfrentar al combinado francés tiene un significado que rebasa la lógica del futbol. Los grandes festejos que han vibrado en las grandes capitales de Europa como Bruselas, Madrid, Barcelona o París, ejemplifican la importancia que tiene cada victoria de los marroquíes. ¿Por qué tanta pasión? La respuesta está en los suburbios de aquellas capitales, en los barrios de comunidades árabes que hasta el día de hoy se enfrentan a un choque cultural más complejo, que tratar de descifrar el camino para marcarle gol a la defensa de Marruecos.

No son casualidad los festejos que le han dado la vuelta al mundo de los futbolistas marroquíes que bailaron de la mano con sus madres; varios de esos jugadores han nacido en Europa, y optaron por representar a las naciones de las que son originarios. Sin ir más lejos, el entrenador marroquí, Walid Regragui, nació en la comunidad de Essonne, a 29 kilómetros del centro de París, por lo que cuenta con ambos pasaportes. Hoy a la fecha, la fusión de dos mundos casi opuestos, el occidental y el árabe es incomprensible.

Es irrisorio cuando la FIFA despliega las banderas de la “no politización” del futbol (claro, a su conveniencia); cuando el futbol siempre ha sido una representación simbólica del nacionalismo, de la transculturización o de la propia identidad. El futbol en sí, ya es política; o de lo contrario, Rusia debería estar participando en el mundial. En vez de querer desmarcarse, debería la FIFA quitarse la hipocresía de la cara y utilizar el poder del futbol para generar un discurso integrador y mediador.

¿Cuál sería el final perfecto para esta historia? Muchos dirían que Marruecos levantando la Copa del Mundo ante la Argentina de Messi; otros desean que el sistema defensivo del equipo africano sucumba ante el poderío ofensivo de Francia y se haga justicia al equipo que prefiere atacar. Lo cierto, es que más allá del resultado, Marruecos ha conseguido escribir su nombre en la historia del futbol, conseguirá cumplir el ciclo de siete juegos en un mundial y obtendrá el mejor puesto para la confederación africana de futbol.

He aquí el final. “Pero, ¿cuál era el sueño del que hablaba la princesa Scheherezade y que hizo posible aquella selección de futbol? Pues bien, después del encuentro entre franceses y marroquíes, ambos equipos entendieron que eran igual de buenos, el ganador reconoció al perdedor y viceversa; lo más importante es que después de aquellos inolvidables 90 minutos, las cosas comenzaron a cambiar para occidentales y árabes, empezaron a sanar las heridas del pasado y por fin, la reconciliación de ambos mundos fue posible. Juntos continuaron jugando al futbol para siempre”. Fin.