Daniel Alonso

La Revolución de Karim

ARQUETIPO FUTBOL

Daniel Alonso*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. 
Daniel Alonso
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
 
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El triunfo contundente y aclamado de la selección francesa cuando en 2018 levantó la Copa del Mundo en la plaza de la concordia tenía detrás una historia de tristeza y soledad. Sí, aquella melancolía provenía del hombre que conquistó la gala del Balón de Oro, Karim Benzema, quien ayer se proclamó como el mejor futbolista del planeta de acuerdo con France Football. Como bien publicó Le Parisien en su portada: “La revancha de un malquerido”.

Todo comenzó en 2013, cuando Karim Benzema en una entrevista afirmó que nadie puede obligarlo a cantar la Marsellesa. “Cantar o no cantar el himno no hace diferencia. Puedo marcar tres goles sin necesidad de cantarlo. Zidane tampoco lo cantaba”. Dichas declaraciones provocaron una ola de reclamos por parte de grupos políticos ultraconservadores. Esos mismos grupos se habían quejado años atrás que durante los enfrentamientos entre Francia y Argelia, el himno galo fue pitado en París. Esos mismos grupos desapro-

baban que en la selección “hubiera 11 negros”.

Un par de años después, previo al inicio de un encuentro del Real Madrid en el Santiago Bernabeú, la Marsellesa sonó en memoria de las víctimas de los atentados mortales contra la publicación francesa Charlie Hebdo, y casualidad o no, al terminar el himno las cámaras capturaron el momento justo en el cual Benzema escupe al césped. Nuevamente la

polémica explotó en tierras francesas.

El castigo era inminente. Y ante las fuerzas más poderosas no hay mucho que hacer. Al finalizar 2015, Benzema fue acusado por un “videoescándalo sexual”. Dicho conflicto fue el pretexto perfecto y Karim no volvió a ser convocado. Lo peor para Karim no fue solo perderse el Mundial que a la postre ganarían sus compañeros. La sensación de traición por su propio entrenador, el odio racial en su propia tierra y sentirse desterrado por sus raíces argelinas fue lo que más lamentó el atacante del Real Madrid desde 2015 hasta su regresó a la selección francesa seis años después. Y ese recuerdo de abandono lo manifestó ayer: “Todos mis compañeros se marchaban a sus selecciones y yo me quedaba

solo en Valdebebas (Madrid)”.

La emoción de Karim fue notoria, tener a su madre a lado un momento más que emotivo, ya que reunió con él a su familia. Finalmente consagró su sueño, de ser el mejor futbolista del planeta y recibir el galardón más prestigioso que se puede obtener a titulo personal. Pero más allá de eso, el sentirse nuevamente amado por el “pueblo” como el propio Karim lo mencionó, fue la tregua de paz que buscó.

La herida en el alma de Benzema parece haber sanado y queda claro que el futbol no reparará el racismo que hoy continúa en Europa, pero puede al menos impulsar un poco a derribar los prejuicios y sobre todo, mandar el mensaje que, a pesar del pensamiento más tirano, uno siempre podrá ser libre cuando se tiene una pasión al lado. Karim Benzema durante toda su carrera ha sido un compañero ejemplar dentro y fuera de la cancha. Jamás se quejó de su rol secundario cuando tuvo que ayudar a Cristiano a ser la estrella. Trabajó muy duro en cada entrenamiento y en cada partido, siempre en silencio, siempre priorizando el equipo y el futbol.

Y en unos meses, nuevamente lo veremos mantenerse callado mientras suena la Marsellesa y una vez que pite el árbitro, se matará en la cancha por su selección.