Desgracia en la ladera

JUSTA MEDIANÍA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Adán Moreno perdió a su esposa y a 5 de sus hijos porque una gran cantidad de lodo sepultó su vivienda en la colonia Loma Bonita, Xalapa, en el Estado de Veracruz. Diversos factores construyeron el riesgo para que las lluvias del huracán Grace provocaran el doloroso desenlace. No puedo imaginar el dolor por el que atraviesan Adán y su único hijo sobreviviente.

Distintos actores no cesan en su insistencia por culpar al fenómeno natural de las consecuencias que su paso deja sobre el territorio. No fue la lluvia de Grace lo que le quitó la vida a la familia de Adán. El fenómeno sí es natural: la lluvia. El desastre no es natural: la muerte de la familia de Adán. El desastre es provocado, construido. El adjetivo natural con el cual se intentan etiquetar los desastres comunica espontaneidad, cuando el hecho lejos de suceder súbitamente, se va construyendo poco a poco con el paso del tiempo y con la omisión y comisión de diferentes acciones. Claro que el fenómeno natural, en este caso la lluvia, juega un papel muy relevante, sin embargo, no es el factor más importante.

Cuando el lodo y las piedras se deslizan terreno abajo se dice que ocurrió un deslizamiento de ladera. En las zonas montañosas o escarpadas de nuestro país, este tipo de fenómenos se presentan con relativa frecuencia.

El 16 de septiembre de 2013, en el municipio de Atoyac de Álvarez, la comunidad de La Pintada fue sepultada por 125 mil metros cúbicos de material, arrebatándole la vida a 71 personas. Como en el lamentable suceso en Veracruz, no fue la lluvia lo que generó la tragedia. El 5 de octubre de 1999, en la colonia La Aurora, en el municipio de Teziutlán en el Estado de Puebla, más de 7 mil metros cúbicos de material le quitaron la vida a 110 personas.

Modificaciones en el terreno, la creciente deforestación y los flujos de agua no controlados, son algunos de los factores que combinados con la lluvia provocan deslizamientos del terreno.

Sin embargo, si Adán y su familia nunca se hubieran asentado en una zona de riesgo, la tragedia no hubiera sucedido. Su vivienda era de lámina y madera, construida sobre la ladera a la orilla de un río. La pobreza construye riesgo. Claro que Adán hubiera preferido vivir en una zona segura y seguramente no claudicó en el esfuerzo por lograrlo.

El desastre se construye, no aparece naturalmente. Es ahí donde la prevención cobra sentido. Debemos hacer un esfuerzo importante por evitar que las familias, por necesidad, se ubiquen en zonas de riesgo. El esfuerzo conjunto por evitar la suma de factores que construyen riesgos y a la postre producen desastres debe ser una política pública transversal, es decir, que sea parte de las responsabilidades de todos aquellos que toman decisiones, tanto en el sector público como en el privado.

En honor a todos aquellos que han perdido la vida por este fenómeno, debemos redoblar esfuerzos para no construir nuevos riesgos y aquellos riesgos existentes, mitigarlos. Es decir, que nuestras familias no se vean obligadas a ubicarse en zonas de riesgos y que aquellos que ya las habitan, con el apoyo de todos, logren mitigar los riesgos que les amenazan.

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