El discurso de Tatiana

JUSTA MEDIANÍA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. larazondemexico

Qué difícil nos resulta poner fin a los ciclos que vivimos y a las etapas que protagonizamos. Imagino una relación personal, un trabajo, un proyecto; si las cosas marchan bien, no queremos que terminen. Si las cosas marchan mal, nos empeñamos en enderezarlas y seguimos adelante, incluso por encima de nosotros mismos.

Para poner punto final se requiere carácter y valentía, acción que algunos postergan por cobardía o conveniencia, incluso por siempre, enquistándose en estructuras, relaciones y dinámicas, haciéndose y haciendo daño. Las despedidas en la mayoría de las ocasiones son dolorosas, más si se atesora aquello que se deja atrás.

Tuve el honor de conocer a Tatiana y convivir con ella en lo profesional a lo largo de algunos meses en el día a día del servicio público. Educada, sencilla, firme, segura, amable, empática, seria, puntual y asertiva.

La consideración y gratitud del Presidente (de quien recibió aplausos), le permitieron cerrar un ciclo expresando razones y sentimientos en la tribuna que mayor atención de la ciudadanía recibe. Su discurso de despedida durante la conferencia mañanera del pasado jueves fue sumamente emotivo, sincero y significativo. Un texto auténtico y fraterno, distinto a los discursos acartonados a los que estábamos acostumbrados. Con algunos recursos de la crónica deportiva, describió su paso por la presente administración.

Habló de la gran oportunidad de participar en un proyecto de tal envergadura, de la franqueza necesaria para poner punto final, y del valor de las diferencias como espacio de encuentro y crecimiento. Se le quebró la voz, me atrevo a pensar que como síntoma del cariño que siente por el proyecto y por las personas que lo integran. Transmitió cariño y pasión por los objetivos por los que luchó; demostró amistad y gratitud por los que la acompañaron y a los que acompañó durante el trayecto; expresó amor a México y compromiso con su bienestar. Lo más bonito fue el cierre, ofreciendo el corazón, el hogar y la palma de la mano como sitios siempre abiertos para el señor Presidente y su señora esposa.

En una situación diametralmente distinta, sentí el dolor de separarme de un proyecto entrañable; por eso mismo y con ese antecedente, atesoro y me identifico con el discurso de Tatiana e imagino su sentir.

Desconozco las razones particulares que la llevaron a cerrar su ciclo como parte del Gobierno de México. Me imagino que fue una decisión sumamente difícil de tomar. No pretendo ufanarme de una relación de amistad con ella o de conocerla a profundidad, sóolo intento rescatar los valores personales que de ella recogí en nuestras coincidencias en la rutina diaria de un equipo de trabajo que luchó por el bienestar de la ciudadanía de forma permanente, y en lo sincero, emotivo y auténtico de su discurso de cierre.

El discurso de Tatiana es ejemplar, por el hecho mismo de ser un punto final a un ciclo en el que participó, que naturalmente dará paso a otros, y por la franqueza y emotividad con la que dice adiós. El servicio público pierde a una mujer buena, comprometida, sensible y profesional. Terminar es necesariamente señal de nuevo comienzo y estoy seguro que para ella lo mejor está por venir.

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