David E. León Romero

Extremar precauciones

JUSTA MEDIANÍA

David E. León Romero*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
David E. León Romero
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Es increíblemente doloroso lo que ha sucedido en Hawái. Al parecer algún desperfecto en la infraestructura eléctrica y la falta de protocolos claros y eficientes o su ejecución puntual, han provocado la devastación de la zona y, desafortunadamente, la pérdida de vidas humanas a causa del fuego.

Los hechos sucedieron en la comunidad de Lahaina, en la que habitan aproximadamente 12 mil personas. Notas periodísticas refieren que los pobladores en ningún momento fueron alertados por las autoridades para evacuar sus viviendas o realizar alguna acción ante la presencia del fuego. El 8 de agosto estará marcado en el calendario como una fecha trágica que lastimó profundamente a la isla.

Más de 100 personas han muerto a causa del fuego. ¿Cómo puede esto suceder? Es el resultado de una serie de elementos que han construido una tragedia. Recordemos que los especialistas sostienen que los desastres no son naturales, sino socialmente construidos, es decir, somos nosotros con nuestros actos y omisiones quienes generamos los escenarios perfectos para que ante la chispa o el fenómeno natural, la emergencia y el desastre se configuren. Imágenes y videos demuestran que los fuertes vientos se encargaron de esparcir brasas que propagaron el fuego.

A las pérdidas de vidas humanas ha seguido la pérdida de un gran número de activos entre los que destacan viviendas y autos. Los testimonios disponibles demuestran una enorme falta de información que provocó caos, incluso durante la emergencia, y digo incluso, ya que usualmente los equipos de emergencia suelen tener bien ejercitada la respuesta, y de lo que más adolecemos es de acciones de prevención y preparación.

Nadie esperaba el incendio, y mucho menos que se convirtiera en una tragedia histórica para el sitio; por lo mismo, nadie se encontraba preparado para la respuesta ante el evento. Usualmente, cuando narramos desastres, solemos concentrar nuestra atención en la fuerza del fenómeno; sin embargo, la crónica debe realizarse desde la óptica contraria: las acciones que se llevaron a cabo y se dejaron de realizar antes, durante y después del fenómeno.

Ráfagas de viento, sequía y un tendido eléctrico lanzando chispas sobre el pastizal parece ser la fuente del incendio. La dolorosa tragedia ocurrida en Hawái nos recuerda la gran importancia que tiene la coordinación entre los distintos actores, público, privado y social, en las acciones de prevención, preparación y gestión de las emergencias y desastres.

Desafortunadamente, lo ocurrido en Hawái puede ser una buena lección para distintas comunidades, para con base en esta tragedia, fortalecer los protocolos y la coordinación de los mismos para evitar que un fenómeno cueste vidas y dañe lo menos posible la infraestructura expuesta.

La búsqueda de víctimas y la recuperación de las afectaciones provocadas por el fuego continúan y llevarán mucho tiempo. Mientras esto sucede en Hawái, el mundo, incluido México, sufre las amenazas de sequías, sismos, ciclones tropicales, entre muchos otros fenómenos, cada vez más fuertes, frente a los cuales, solamente la gestión integral del riesgo puede fungir como antídoto.