En días pasados, diferentes sucesos nos recordaron el incalculable valor de la Gestión Integral del Riesgo:
1. El sismo magnitud 7.1 con epicentro en las costas de Guerrero: Una magnitud enorme. La magnitud es la energía liberada en el punto donde ocurre el sismo o epicentro. La intensidad es cómo sentimos el movimiento, entre más cerca del punto estamos, mayor intensidad sentimos. Lamentables daños materiales y más aún la pérdida de 3 vidas. Ante tan lamentable tragedia, digno de resaltar que los daños no hayan sido mayores. Los sismos no se pueden predecir. Lo que sí podemos hacer es construir mejor nuestros inmuebles y perfeccionar la manera de proceder antes, durante y después del sismo. En nuestro país se han registrado 18 mil 632 sismos en lo que va del año, lo que nos obliga a redoblar esfuerzos para evitar un desastre.
2. Lluvias intensas, escurrimientos, desbordamientos de ríos e inundaciones: La temporada de ciclones y lluvias tropicales arranca en mayo y termina en noviembre. Las lluvias sí se pueden pronosticar y México cuenta con extraordinarias mujeres, hombres e instituciones encargados de ello. Las lluvias provocan escurrimientos que incrementan el nivel de los ríos, que a su vez registran desbordamientos. En las zonas urbanas, los escurrimientos desbordan nuestros drenajes, que en muchas ocasiones no han sido calculados para transportar el agua de lluvia, aunado a la gran cantidad de residuos sólidos que los saturan y al incremento en el volumen de las descargas. Debemos atender los pronósticos y evacuar a tiempo las zonas cercanas a los cauces de los ríos y aquellas que sabemos que son inundables. La acción más importante que podemos realizar es no construir y habitar inmuebles en zonas de riesgo, además de diseñar y construir infraestructura segura y suficiente.
3. Deslaves y deslizamientos: Se generan por una combinación de causas: las lluvias, la sismicidad, las modificaciones que hacemos al terreno natural, como cortes o excavaciones y la tala de árboles, entre otras. Existen hechos dolorosísimos que han cobrado la vida de familias enteras, sepultadas por la caída o el deslizamiento de rocas y lodo. Desafortunadamente, son muchas las familias que por diferentes razones ubican sus viviendas en zonas expuestas a estos fenómenos y sin saberlo, con sus propias actividades, incrementan el riesgo.
Los mexicanos somos reconocidos internacionalmente por nuestra solidaridad y capacidad de reacción ante las emergencias y los desastres. Debemos trabajar juntos por ser igualmente exitosos en la prevención de esas contingencias.
La Gestión Integral del Riesgo está integrada por acciones encaminadas a la prevención, mitigación, preparación, atención de emergencias, recuperación y reconstrucción, y son justamente las dos primeras etapas en las que tenemos que concentrar nuestros esfuerzos de manera conjunta sociedad y Gobierno.
Estos hechos nos obligan a reconocer también la gran labor de millones de mexicanos que se esfuerzan por prevenir, y de manera muy especial, a las mujeres y hombres que integran las instituciones de nuestro Sistema Nacional de Protección Civil que en muchas ocasiones arriesgan su vida para salvar la nuestra.