Como un doloroso prólogo rumbo al 8 de marzo, Día Internacional de la Mujer, hemos sido testigos de desgarradoras historias que deben recordarnos que estamos frente a un reto enorme.
El catálogo es de pesadilla y resulta interminable: un hombre que lucha de manera legítima por un cargo de elección popular bajo señalamientos de abuso sexual; un líder de opinión acusado por una decena de mujeres de acoso sexual; un youtuber que pisa la cárcel acusado de abuso sexual contra una mujer; una médica de nombre Mariana que fue hallada sin vida hace algunas semanas. Esto sólo es la punta del iceberg. Son sólo algunos casos que trascienden en los medios de comunicación tradicionales y digitales que nos dan cuenta del gravísimo problema que enfrentamos y que estoy seguro de que detrás de ellos, existen millones de historias similares, todas, teniendo como protagonista incorrectamente a la mujer.
¿Pero qué pasa por la mente del hombre para atentar contra la mujer? Los hallazgos de la violencia son miradas, comentarios, agresiones diversas, insultos, golpes, acoso, abuso y asesinato. ¿Qué nos hace pensar que el estilo, los hábitos y la personalidad de una mujer es una invitación a rebasar la línea? Especialistas declaran que los hombres agreden o abusan de la mujer no como resultado de una necesidad hormonal y sí como un acto de poder y control.
Éste no es un reto sólo de mujeres, es un reto de todos, de ellas y de nosotros. Algunos desorientados se atreven a decir que la violencia no tiene género. Al respecto, Íñigo Errejón, legislador español, manifiesta que a las mujeres se les agrede, se les acosa, sufren miedo de manera rutinaria, mientras los hombres vivimos una vida muy distinta, más tranquila y, por lo mismo, la violencia de género está más viva que nunca.
Otros más o menos desorientados en un sentido muy similar se atreven a hablar de hombricidios para equiparar los asesinatos de hombres y los feminicidios. Sólo tendría validez el término si realmente perdieran la vida esos varones por su condición de hombres.
Y después del abuso, las mujeres se topan con un muro enorme al intentar denunciar a sus agresores. Es ahí donde debemos trabajar a fondo en la consolidación de programas y políticas que abracen de principio a fin a la víctima. ¿Cómo denunciará la mujer a su pareja si comparte con ella la casa y es su dependiente económicamente? El reto es brindarle cobijo, refugio, solvencia económica y justicia. Eso es cero impunidad, que quien agrede a una mujer pague por ello. Esas políticas deben ser transversales, en todos los sectores y en todos los ámbitos. No quiero decir que todo es malo; se han logrado avances importantes desde diversos espacios, pero el esfuerzo no será suficiente hasta en tanto logremos que nuestras mujeres aquí y allá estén tranquilas.
No habrá territorio digno hasta que no seamos capaces de ofrecer a nuestras mujeres paz. Nos falta tanto. El reto es de verdad enorme. Por nuestras hijas, luchemos por terminar con la violencia contra las mujeres. Educación en casa, en la oficina y en la escuela, para niños y para adultos, para de una vez por todas respetar a la mujer.