La hora del planeta

JUSTA MEDIANÍA

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Los últimos días se han generado mensajes peculiares en torno al planeta. Crecí en un contexto en el que mis maestros repitieron una y otra vez su preocupación sobre el debilitamiento de la capa de ozono y la formación de huecos en ella provocados por las acciones del hombre.

La importancia de su condición en aquellos días versaba sobre la protección que ésta nos daba frente a la radiación solar. Hace más de 3 décadas, una serie de acciones globales entre las que destacó la prohibición de más de 90 sustancias químicas que la dañaban, intentaba remediarla. Sobre ello, el último informe del Grupo de Evaluación Científica del Protocolo de Montreal sostiene que la capa se está recuperando y que ésta atenuará el calentamiento global. El esfuerzo debe continuar para lograr en el 2040, una capa de ozono en condiciones similares a la que teníamos en 1980.

Por otro lado, uno de los temas de mayor relevancia en el Foro Económico Mundial de Davos 2023 es la agenda climática derivada de la crisis por la que atravesamos. Justo en el seno de este encuentro, se han lanzado acciones buscando revertir la situación y restaurar la biodiversidad para el año 2050. Los ejes del mensaje: necesidad de una transición energética, la relación existente entre la crisis ambiental y la seguridad alimentaria y el desarrollo regenerativo. Así, en Davos se concentran líderes en acción para contrarrestar la crisis climática. Probado está que las acciones globales funcionan, lo que deberá obligar a actores públicos y privados a fortalecer sus esfuerzos en pro de la vida y los ecosistemas.

En tercer lugar y no por último, a lo largo de décadas los científicos han contribuido con investigación y conocimiento acerca de la existencia del cambio climático. En contraparte, algunos de los integrantes del sector energético se encargaron, a través de distintas estrategias, de socavar —por decir lo menos— la evidencia existente. De un lado la petrolera desvirtuando la evidencia científica, por el otro, la ciencia profundizando en ella. Sorprendentemente y no, una reciente investigación revela el reprobable actuar de la compañía petrolera más grande del mundo: desde hace 50 años, Exxon encontró mediante sus propios esfuerzos, evidencia del cambio climático y la predicción de su desarrollo, información que no sólo mantuvo oculta, sino además se dedicó a minar la voz de la ciencia y de otros actores preocupados por la crisis climática y su vinculación con el sector energético y la actividad humana; es decir, los avezados y atinados científicos petroleros lo sabían de primera mano, y quienes los dirigían nos intentaron convencer de lo contrario.

Son estos tres elementos los que hoy nos recuerdan que es ésta, la hora del planeta, no en alusión a aquella iniciativa colectiva para llamar la atención de propios y extraños acerca de la salud de nuestros ecosistemas, sino la real urgencia de un hábitat que requiere del actuar decidido de todos sus actores para preservar la vida, como una construcción a partir de muchos elementos frágiles e indispensables para ella.