El reporte más reciente del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, referente a las causas de muerte en nuestro país, resulta sumamente doloroso y nos obliga a redoblar esfuerzos en distintas materias.
En los meses de enero, febrero y marzo del presente año, se registraron 212,404 defunciones, de las cuales 44.4 % fueron mujeres y 55.5% correspondieron a hombres.
La primera causa de muerte en nuestro país son los padecimientos cardiacos; poco más de 51 mil personas perdieron la vida en el citado trimestre por esta causa. La segunda, es la diabetes mellitus, que le provocó la muerte a más de 30 mil individuos. La causa de muerte habla de los hábitos de vida de los individuos y estas dos primeras son sumamente reveladoras. Resulta urgente e importante apostar a la prevención mediante la modificación de los hábitos de gran parte de nuestra población, procurando una dieta balanceada y la incorporación de la actividad física como una prioridad en la rutina diaria del individuo permitiendo así una mejor salud física y mental.
Será necesario fortalecer acciones para poner a salvo a nuestros jóvenes. La presente administración buscó a través de los programas sociales otorgarles ciertos apoyos para brindarles oportunidades que les alejaran de los peligros que la realidad implica. En esta materia, cualquier estrategia que abone a la solución es bienvenida e implicará tiempo para mostrar resultados. Los niños de 10 a 14 años principalmente murieron a causa de algún accidente, lo mismo que los jóvenes de 15 a 24 años, lo que significa muertes que de alguna forma pudieron evitarse. Revelador de la situación de violencia que se sufre en distintas zonas de nuestro país, es que la primera causa de muerte entre individuos de 25 a 44 años son los homicidios.
Como las cifras lo revelan, tenemos frente a nosotros a tres grandes adversarios: la enfermedad, los accidentes y los homicidios. Los tres provocan una realidad sumamente dolorosa y complicada de resolver; sin embargo, tenemos mucho por hacer para atenuar sus efectos. Solemos responsabilizar a nuestros gobernantes por este tipo de cifras; sin embargo, en ellas cada uno de nosotros tiene cierto grado de responsabilidad.
La alimentación, el deporte, el control del peso y el descanso suficiente son parte de un catálogo de hábitos que permitiría disminuir las muertes por enfermedades cardiacas y la diabetes. Algo similar sucede con los accidentes que arrancan la vida a nuestros jóvenes, a causa de la irresponsabilidad y la falta de cuidado, que en su gran mayoría —al igual que las muertes provocadas por las enfermedades— podrían disminuir a través de la conducta del individuo. Probablemente el reto de mayor envergadura se centre en disminuir las muertes por homicidios, donde el diagnóstico y su atención son mucho más complejos.
Es claro que con cada una de nuestras decisiones y hábitos, en estas tres categorías, podemos ser parte —en mayor o menor medida— del problema, o de la solución. Hagamos lo que nos toca, promoviendo acciones y valores que nos pongan a salvo disminuyendo el riesgo de morir.