En Álamo, Veracruz, existe una escultura de aproximadamente 15 metros de alto, de un hombre de pies descalzos, que vacía un cesto repleto de naranjas que carga en su espalda atado en su cabeza; lleva por nombre El Colotero, en honor a los individuos que trabajan en la cosecha de naranja en Álamo, considerada la capital de este cultivo, produciendo aproximadamente 750 mil toneladas anualmente.
El campo mexicano tiene altos contrastes, desde las pequeñas parcelas de autoconsumo en las comunidades rurales, hasta la producción a gran escala con la utilización de tecnología de punta que permite productividad, eficiencia y derrama económica.
En medio de la pandemia por Covid-19, muchos sectores se vieron fuertemente afectados disminuyendo su producción; no obstante, existieron otros que lograron incrementos importantes, como lo es la producción de cítricos en el campo mexicano.
Éste produce gran cantidad de productos cítricos, constituyendo así una de las actividades económicas más relevantes de nuestro país. Somos líderes en la producción de naranja, toronja, limón y mandarina a nivel mundial. De ellas, la naranja es el cultivo más plantado en México, destacando los estados de Veracruz, Tamaulipas, San Luis Potosí, Nuevo León, Puebla y Sonora por su oportunidad, productividad y superficie de cultivo. Se producen cítricos en 28 estados de la República Mexicana, pero el 90 por ciento de ella se concentra en 10 entidades, consolidando una superficie cultivada cercana a las 600 mil hectáreas totales. Más de 300 mil familias dependen de esta producción, que en su mayoría se consume en nuestro país y el resto se exporta a Estados Unidos, Canadá y algunos países de Centro y Sudamérica.
A partir de los años ochenta, la producción y el consumo a nivel mundial han registrado incrementos importantes; éstos han provocado también un descenso en los precios. A la cabeza en la producción mundial, destacan Florida en Estados Unidos y Sao Paulo en Brasil.
El liderazgo y productividad hoy alcanzados por los productores mexicanos no están exentos de crecer aún más, logrando así conquistar nuevos mercados e incrementar la participación en aquellos de los que ya se forma parte.
El sector se encuentra expuesto a amenazas y riesgos, como lo son los intensos fenómenos meteorológicos extremos, como la sequía y las altas temperaturas; además, existe un desgaste de los suelos de cultivo que merma la productividad de las parcelas, sin poder dejar de lado las plagas y enfermedades que amenazan a las plantas.
El campo mexicano debe ser aprovechado como palanca de desarrollo mediante la inversión en tecnología y asesoría que permita al pequeño productor integrar cadenas de valor que redunden en mayor productividad y generación de bienestar en sus comunidades. Consolidar y expandir la producción citrícola mexicana nos permitirá que los pobladores de diversas regiones de nuestro país puedan continuar viviendo en sus pueblos en un entorno de bienestar, representando éste, una opción frente a la migración a las grandes urbes o al extranjero, a la que muchos de ellos se ven obligados.