Debemos romper el silencio que empaca al sufrimiento provocado por la depresión y la ansiedad que atormenta a muchas mujeres y hombres. Los efectos resultan devastadores. La vida se nubla, los retos y problemas cobran dimensiones enormes, que eclipsan cualquier resquicio de luz.
La ansiedad y la depresión lo descomponen todo. Destruyen el presente de quien lo sufre y de las personas que lo rodean. Un mal silencioso, que no se comparte y que por ende no se escucha. Nos da inseguridad y miedo que el otro nos llame débiles, locos o cobardes. Cuesta mucho trabajo compartir lo que se vive y pedir ayuda, por lo que en muchas ocasiones se sufre en soledad.
Duele una muela y vamos al dentista. Molesta la rodilla y vamos al ortopedista. Nos agobia la mente y en muchas ocasiones callamos. La batalla se vive en solitario. Algunos logran con disciplina y pericia vencer a la mente, otros, sucumben en el intento.
El costo social de la depresión y la ansiedad para la economía mundial asciende a 1 billón de dólares. La cifra poco dice por sí misma. Sin embargo, es conocido que aquellas personas que atraviesan en algún momento por una crisis de depresión o de ansiedad, ven afectadas muchas de las esferas que componen su vida, como lo es su eficiencia laboral y su capacidad productiva, al perder concentración y creatividad por destinar su energía y tiempo a dirimir ideas nocivas que se traducen en desórdenes físicos.
Sin embargo, el costo más alto de este tipo de padecimientos es la vida misma. En el mundo cerca de un millón de personas pierden la vida anualmente por lesiones auto infringidas que tienen una relación muy estrecha con padecimientos que merman la salud mental. En México, cifras del INEGI revelan que en el año 2017 la tasa de suicidios alcanzó 5.2 por cada 100 mil habitantes y de 5.4 para el año 2018. Abundan las historias de aquellos que al no soportar más, deciden quitarse la vida, cada vez más a temprana edad.
Resulta urgente e importante hablar sobre salud mental. Debemos fortalecer acciones para que todos aquellos que tienen alguna dolencia puedan ser atendidos. El Covid 19 ha agudizado la vulnerabilidad de nuestra salud mental. Acerquemos los servicios de salud mental a las familias mexicanas, con el mismo entusiasmo con el que buscamos que nuestras clínicas y hospitales cuenten con equipo, medicamentos y especialistas para atendernos.
Seamos más empáticos y conscientes con la realidad que vive el prójimo, que atraviesa al igual que nosotros por procesos realmente complejos que usualmente no son visibles, pero que la calidad y cualidad de nuestra interacción con ellos puede determinar la diferencia entre la vida y la muerte.
Las enfermedades mentales nos atacan a todos por igual, independientemente de nuestra posición socioeconómica, sexo o edad. Abramos espacios de respeto para interactuar permitiendo la expresión de emociones sin censura, estando atentos al comportamiento de quienes nos rodean. Si te sientes agobiado, pide ayuda, todo tiene solución y tú, con la ayuda apropiada, seguramente puedes salir adelante.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.