La pandemia ha modificado los vínculos con los amigos

CLARAMENTE

Dra. Yolanda Pica
Dra. Yolanda Pica Foto: La Razón de México

Durante el confinamiento por la pandemia, convivimos con nuestros vínculos más cercanos: padres, esposos, hijos, tal vez de cuando en cuando hacemos un Zoom con amigos o incluso alguna caminata en un parque para tener una breve conversación centrada en la situación anormal que vive el mundo.

Sin embargo, existe un tipo de relación personal que se ha borrado de nuestras vidas y que tiene una importancia fundamental para mantenernos sanos mentalmente: “los vínculos débiles”, descritos por el sociólogo estadounidense de la Universidad de Stanford: Mark Granovetter, quien desarrolló esta teoría en 1973, en una publicación llamada La fuerza de los vínculos débiles. Se trata de todas esas personas con las que tenemos un contacto breve y casual pero cotidiano, puede ser quien nos prepara el café en la tienda donde lo compramos, un colega con quien nos cruzamos en la oficina, amigos que encontramos en congresos con los que nos sentamos a comer o entramos a una conferencia y en un breve espacio nos actualizamos acerca de nuestras vidas; los compañeros en los gimnasios que están cotidianamente en la caminadora de al lado, el mesero que nos atiende en nuestro restaurante favorito, muchos conocidos que saludamos en el día a día con un “hola, ¿cómo estás?” acompañado de una sonrisa y de quienes a veces no sabemos su nombre, pero tenemos una simpatía natural al verlos, y es que además la pandemia ha mantenido cerrados los lugares donde nos encontrábamos con estas personas. Es de entenderse que toda nuestra energía ha estado dirigida a cuidar nuestra salud, la de nuestras familias y amigos cercanos, pero se ha evaporado esta categoría de vínculos que es una joya para mantener a flote la salud de los seres humanos, entre otras cosas nos dan algo que se llama en las teorías psicoanalíticas “espejeo”, concepto desarrollado por el doctor Donald Winnicott en su trabajo El papel del espejo de la madre y la familia en el desarrollo del niño (1967), cuya tesis central es que en el desarrollo emocional la mirada que la madre le da a su bebé le permite una estructuración subjetiva de quien es, de manera análoga, los ojos y las sonrisas que nos dan estos “vínculos débiles” nos proporcionan mentalmente una retroalimentación necesaria para vivir.

Un estudio del candidato a doctorado en psicología por UC, Andrew Guydish, analiza los efectos de lo que él llama “reciprocidad en una conversación”, y cómo en situaciones cotidianas este tipo de charlas entre jefes y empleados, o colegas, donde no hay una estructura clara del tiempo, los individuos reportan un sentimiento de ser más felices después de una experiencia de este tipo. Esta reciprocidad se ha perdido, cuando se hace una reunión por videollamada, hay un objetivo definido en términos de quien va a hablar y un tema específico, lo que lleva a un triste sentimiento de

desolación y aislamiento.

Gillian Sandstrom, psicólogo social de la Universidad de Essex, afirma que las relaciones periféricas son fuente de nuevas ideas, información y una variante de chispa a nuestra vida, perderlas puede estar dando un riesgo mayor de teorías conspirativas que se fomentan con el aislamiento y con hablar con las mismas personas todos los días.

La doctora Julianne Holt-Lundstad, psicóloga y neurocientífica de la Universidad Brigham, afirma que “la evidencia científica sugiere que los humanos precisamos de diferentes tipos de relaciones y roles sociales que llenan diferentes tipos de necesidades”.

En las palabras de Granovetter: “Las relaciones entre sujetos con vínculos débiles generan más innovación que aquellas que mantienen individuos con una relación más constante y afín”.

• Médico, psiquiatra y psicoterapeuta

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