Hoy, hace 35 años, falleció de un paro cardiaco, a los 70 años, uno de los más grandes genios que nos ha dado el cine: el estadunidense Orson Welles. Pocos como él han tenido tanta influencia en el arte fílmico. Fue un prodigio incomprendido que chocó con el establishment y se forjó como leyenda.
A los 25 años de edad emprendió un ambicioso y revolucionario proyecto narrativo, anti convencional, audaz, que él dirigió, estelarizó, produjo y escribió (junto con David Mankiewicz, en una odisea que cuenta la película “Mank” de David Fincher, que estrenará Netflix el 4 de diciembre), que sacudiría a la industria. El resultado es esa obra colosal, esa joya que todos los cinéfilos debemos ver continuamente: “El ciudadano Kane”. No ha perdido su capacidad de asombro.
Además de su creatividad visual y su sentido estético, es un profundo estudio de una personalidad compleja: la del personaje del millonario magnate de la prensa Charles Foster Kane. Admirable, digno de un minucioso análisis toma por toma. Welles se adelantó a su época. Ha vencido el paso del tiempo. Considerado por la crítica mundial como uno de los más grandes filmes de la historia. En su lista de las mejores películas, el American Film Institute la ha puesto en dos ocasiones (en 1998 y en 2007) como la No 1.
Pero esa joya que le daría la inmortalidad, también le significó su caída. Provocó la furia del poderosísimo magante William Hearst, dueño de múltiples periódicos, quien sintió que era una caricatura de su vida. Boicoteó la película en sus diarios, presionó a las cadenas de cine a no exhibirla. La RKO se atrevió a pasarla en salas independientes. Era muy diferente al cine que Hollywood realizaba (que, sin embargo, hay que reconocer que nos dejó grandes filmes) en el tono amargo de sus personajes. La película fue un fracaso de taquilla. Se reestrenó a mediados de los 50 y fue entonces cuando comenzó a ser apreciada.
El ejemplo más célebre de la injusticia en la historia del Oscar es que no la hayan premiado como mejor película. Tuvo 9 nominaciones y sólo ganó el de mejor guion original. Pero los asistentes la abucheaban cada vez que se le mencionaba.
Sólo en “Kane”, Welles pudo hacer la película que concibió. Tuvo permanentes conflictos con los productores y problemas de financiamiento, le reeditaron sin su consentimiento algunas de sus cintas como “Soberbia” y nunca pudo filmar sus ambiciosos proyectos de “La Ilíada”, “La odisea” y la adaptación de “La guerra y la paz”. Pero dejó la huella de su talento en “Macbeth”, “Otelo”, “Sombras del mal” y, sobre todo, en su visión de “El proceso” de Kafka. Fue un cineasta completo, rabiosamente fiel a sí mismo y a su cine.
“Hollywood es un suburbio dorado para adictos al golf, jardineros, hombres mediocres y estrellas satisfechas. Yo no pertenezco a ninguna de esas categorías”, declaró.