Aquella época en la que, por primera vez desde la Segunda Guerra Mundial, una fuerza extranjera entró a territorio estadounidense para brindar ayuda humanitaria. En septiembre de 2005 un convoy de las Fuerzas Armadas ingresó para brindar apoyo durante la contingencia por el paso del huracán Katrina y sus efectos en Nueva Orleans, Texas y Misisipi.
Para sorpresa de muchos, fue en los tiempos del gobierno encabezado por Vicente Fox Quesada.
O aquella etapa del Tratado para la Proscripción de Armas Nucleares en América Latina y el Caribe, mejor conocido como el Tratado de Tlatelolco, la desnuclearización del territorio, impulsada por el diplomático mexicano Alfonso García Robles, como respuesta al temor generado por la crisis de los misiles en Cuba.
Era la época de Gustavo Díaz Ordaz.
Antes de ese episodio del periodo conocido como la Guerra Fría, el exilio español a México fue otro de los momentos más brillantes de la historia de la diplomacia mexicana, y que no sólo mostró los valores del refugio nacionalista y la vocación pacifista que al día de hoy todavía caracterizan a los mexicanos, sino también su espíritu humanitario.
Esa etapa mostró la visión internacional del entonces presidente Lázaro Cárdenas, a quien últimamente abandera mucho la 4T.
Con todo y sus tropiezos, como aquel famoso “comes y te vas” ninguna etapa ha sido tan inusual, ríspida y algunos dicen hasta dolorosa, como la que estamos atravesando ahora. Esa en la que se pide pausar las relaciones con España y se acusa de injerencistas a funcionarios del Gobierno estadounidense.
Un momento en que las embajadas y los consulados han vuelto a servir como premio para amigos y cercanos al proyecto político y como una forma de exilio dorado para exgobernadores que su mayor mérito fue el quedar bien con un solo hombre.
Esta etapa en la que el más reciente episodio nos muestra una carta enviada por el Gobierno de México a miembros del Parlamento Europeo en la que —según especialistas— se han perdido todos los “buenos modos” diplomáticos. Ni siquiera yo, con mi lenguaje tan florido y coloquial, daba crédito a la dichosa misiva.
“La mejor política exterior es una buena política interior” y “Entre los individuos como entre las naciones el respeto al derecho ajeno es la paz” han sido los ejes que se han repetido hasta el cansancio y los que “según” rigen la política exterior y las relaciones bilaterales en el actual Gobierno.
Un enfoque que ya tiene la primera víctima: el secretario de Relaciones Exteriores, Marcelo Ebrard, quien, en cada declaración desde la mañanera, se encuentra en medio del fuego cruzado.