¿Se imagina usted pasar la Navidad o el Año Nuevo sin su ser querido? ¿Alguna vez ha pensado usted, qué sentiría si le arrebataran una parte de su vida? Le invito a pensar por un momento en pasar este fin de año sin uno de sus familiares.
Bueno, pues eso es lo que pasarán no sólo algunas familias, sino miles de ellas en México.
Y es que a la actual administración federal, no sólo le ha faltado enumerar esta terrible tragedia en sus “logros” de Gobierno —esos que da casi cada tres meses— sino que ha sido el mayor compromiso al que ha faltado.
El Gobierno de Andrés Manuel López Obrador no ha podido superar la crisis de desapariciones de personas en nuestro país. Hoy, alrededor de 100 mil personas se encuentran en esta situación.
En medio de esta crisis, la semana pasada el subsecretario de Derechos Humanos, Población y Migración, Alejandro Encinas, recibió a la delegación del Comité de Naciones Unidas contra las Desapariciones Forzadas (CED, por sus siglas en inglés), presidido por Carmen Rosa Villa Quintana, misma que visitará 12 estados del país.
“Estamos construyendo un nuevo paradigma en materia de las políticas públicas y de las responsabilidades del Estado para enfrentar esta crisis, que no hemos podido superar, pero que estamos empeñados en que el Estado mexicano cumpla con su responsabilidad”, dijo Encinas Rodríguez.
Peeeeeeeero… particularmente, el gobierno lopezobradorista se enfrenta a una cruda realidad: no ha podido llegar a una verdad en el caso de los jóvenes desaparecidos de Ayotzinapa. No tiene una respuesta clara para quienes perdieron a uno de los 43 muchachos el 26 y 27 de septiembre de 2014.
Se trata de uno de los descalabros más evidentes de la actual administración, que conforme pasan los meses y los años, se vuelve más doloroso y más evidente.
Aquella “verdad histórica” ha sido desechada por el actual Gobierno y en su lugar se ha trabajado una teoría que no tiene ni pies ni cabeza, esto ante la mirada de madres, padres, hermanas y hermanos de los jóvenes que, en el mejor de los casos, se ven cansados, porque en el peor, han muerto sin saber qué ocurrió aquella terrible noche.
En la mitad del sexenio, uno esperaría que en el Zócalo, durante esos eventos multitudinarios a los que se convoca —casi como actos de campaña—, el único logro que se enumerara fuera saber dónde quedaron aquellos chicos a los que tanto se prometió encontrar.
En este contexto, ya no hay verdad histórica, pero tampoco otra verdad construida por el actual Gobierno. Es por esto que el Estado mexicano se abre al escrutinio y la fiscalización internacional, en medio de una crisis de desapariciones y una promesa de campaña que simplemente sigue quedando en palabras y no se ha podido cumplir.