Anuncios que parecen amenazas, el Presidente Andrés Manuel López Obrador advirtió que de ser necesario la administración que encabeza pasará de la austeridad republicana a la “pobreza franciscana”.
”Estamos en la austeridad republicana y, si se necesita para transferir todos los fondos al pueblo y que haya desarrollo, haya trabajo y haya bienestar, el gobierno va a entrar a una etapa superior. Vamos de la austeridad republicana a la pobreza franciscana”, dijo la semana pasada en una de sus conferencias mañaneras.
¿Qué quiere decir este anuncio? ¿El Presidente se bajará el sueldo a 10 mil pesos mensuales y los restantes 98 mil se irán a becas, aumento de sueldo a policías, docentes o personal médico?
¿Quiere decir que él pondrá de su bolsa todos los insumos con los que debe trabajar en las lujosas oficinas de Palacio Nacional? ¿Tendrá que salir todos los días para desayunar, comer y cenar a alguna fonda o restaurante del Centro y pagarlo con su salario? ¿Quiere decir acaso que las giras por todo el país con su equipo de 20 personas —ayudantía— las pagará con sus ahorros?
Por supuesto que no. El anuncio de la pobreza franciscana es, en todo caso, una reedición de aquel refrán popular: “Dios mío, hágase tu voluntad, pero en las mulas de mi compadre”.
Le voy a contar una historia breve, pero que ejemplifica el impacto real de estos recortes. Juanita —me pidió llamarla así— es cocinera de uno de los secretarios, uno de los más importantes del gabinete. Ante la falta de presupuesto e insumos durante esta administración, ella tuvo que llevar su propio horno de microondas para trabajar, en alguna ocasión, incluso, tuvo que poner de su bolsa para comprar crema y preparar platillos para una reunión importante de este funcionario de alto nivel.
Con la austeridad republicana, los fines de mes, cuando se termina el presupuesto y los estantes quedan vacíos, es enviada por sus jefes a la cocina de Palacio Nacional para conseguir ingredientes con qué hacer realidad recetas tabasqueñas, ingredientes que son traídos desde el estado conocido como el edén. Hágame el favrón cabor.
Porque eso sí, me cuenta, en las oficinas de “ya sabe quién” nada falta y hay en abundancia. Incluso, el chef de Palacio sale cada cierto tiempo de gira a las cocinas de otras dependencias para dar cursos, por ejemplo, de cómo preparar el tamal de chipilín, manjar oficial de la 4T.
Y ni qué decir del sueldo. Bajo ya de por sí, antes de estos recortes el salario mensual de Juanita era raquítico, rondaba los 10 mil pesos, pero se compensaba con bonos y otras prestaciones, mismas que se mutilaron bajo el argumento presidencial de que el funcionario público debe aprender a vivir en la justa medianía.
Esa falsa austeridad y la supuesta pobreza en favor de los más necesitados, vaya que está afectando al ciudadano de a pie y no a los que debería, a esos que ganan sueldos exorbitantes y que despachan con todos los lujos desde las altas
esferas del gobierno. Toda una simulación.
En el baúl. Me cuentan que el “Güero Velasco” ya es más interlocutor en el Senado que el propio Ricardo Monreal. Adán Augusto López, secretario de Gobernación, le tiene más confianza al chiapaneco para poder negociar con la oposición.
Basta por hoy, pero el próximo lunes, regresaréeeeeeeee!