En junio del año pasado, más o menos por esta fecha, doña Rosalía, una mujer de la tercera edad, solicitó un crédito al Instituto de Vivienda de la Ciudad de México.
El recurso era para rehabilitar una parte de su casa en la alcaldía Miguel Hidalgo; el inmueble tiene más de cien años y prácticamente se estaba cayendo.
Personal del Invi visitó a doña Rosalía, una vez hechos los análisis correspondientes, los arquitectos le dijeron que —con todo y que el inmueble está catalogado ante el Instituto Nacional de Antropología e Historia— se podría rehabilitar siempre y cuando le avalaran el crédito.
Luego de hacer trámites y papeleo burocrático; de conseguir un aval que la respaldara; de asistir a juntas y hacer demás actividades que el Gobierno pone como requisito para acceder a estos créditos… le dijeron que no.
Así es, algún funcionario del Invi consideró entre otras cosas, que como la señora de la tercera edad vive en casa propia, no necesitaba un crédito para arreglar su vivienda, así que doña Rosalía dio por terminado el asunto y a lo que sigue.
El tema ya hasta se le había olvidado si no es porque hace unas semanas, las primeras trombas que han caído en la capital del país hicieron que el techo de la casa de doña Rosalía se anegara y la estructura colapsara.
Hasta el lugar, en la colonia Anáhuac, llegó personal de Protección Civil, bomberos, policías, etcétera. Unas horas más tarde, curiosamente, también llegó personal del Invi para cuestionar a doña Rosalía.
¿Por qué el techo de la casa colapsó si para eso se le dio un crédito de 400 mil pesos? Le preguntaron a la señora quien, así como yo cuando escuché la historia, quedó estupefacta.
Y es que las y los funcionarios de la dependencia local le aseguraron que el crédito, contrario a lo que le informaron hace un año a doña Rosalía, sí se le otorgó. Es decir, le advirtieron “usted le debe esa lana al Gobierno”.
Sólo que, en el momento, las y los representantes de la dependencia no pudieron comprobar a quién se depositó el crédito, en qué cuenta ni en qué fecha. Tampoco supieron decirle a doña Rosalía por qué ningún funcionario o arquitecto se presentó en su domicilio para, una vez dado el recurso, acompañar el proyecto de rehabilitación de su casa.
Doña Rosalía logró que la dependencia le otorgara una audiencia para que le expliquen dónde quedó la bolita, o sea, ¿a dónde fue a parar esa lana que, supuestamente, sí le prestaron?
No quiero pensar mal, pero no es la primera vez que los recursos públicos para créditos o apoyos se extravían. Durante este Gobierno no son pocas las denuncias por pensiones que simplemente dejan de llegar a adultos mayores o personas con alguna discapacidad.
Y si a eso le sumamos que, entre junio del año pasado —cuando doña Rosalía solicitó el crédito— y este junio del 24, se atravesaron las elecciones, por consiguiente bastante dinero se empezó a mover y se puso en juego. De lo que sí estoy seguro es que esos créditos no pasan jamás por una auditoría seria.
Basta por hoy, pero el próximo lunes… regresaréeeeeeeee!