¿Cuántos más, Presidente, cuántos más?

COLUMNA INVITADA

Fernando Estrada
Fernando Estrada larazondemexico

El arribo de Morena a la Presidencia de la República ha representado más que una alternancia en el poder. El Presidente López Obrador encabeza un cambio de régimen: no sólo por el reemplazo de quienes constituían la clase gobernante, sino por el viraje hacia la izquierda en la conducción política y económica del país. Sin embargo, este cambio convive en muchos sentidos con prácticas y personajes del pasado. Como el propio Presidente ha reconocido, citando a Bertolt Brecht, “lo nuevo no termina de nacer, ni lo viejo termina de morir”.

Es claro que hay resistencias al cambio. Los equilibrios que sostenían al viejo régimen se sujetaban a un sistema de prebendas y canonjías que, mientras se combaten, luchan por sobrevivir. En medio de la crisis generada por la pandemia, como muestra, no se han dirigido los recursos públicos a los que más tienen, como ocurría en el pasado. Ahora, en lugar de rescatar y fondear a las empresas, se fortalecieron los programas sociales y se dispersaron los recursos públicos entre la población más necesitada. Y la derecha lo critica.

Mientras la 4T avanza, la oposición se radicaliza. Pero eso es comprensible. Lo que preocupa, en realidad, es que haya miembros de la coalición gobernante que siguen apostando por la continuidad del pasado. El gobierno morenista del estado de Puebla o el del aliado PES en Morelos son un claro ejemplo de ello. Miguel Barbosa y Cuauhtémoc Blanco dirigen gobiernos sin rumbo, en los que los problemas sociales como la pobreza, el desempleo y la inseguridad se han agravado, mientras la corrupción persiste.

El próximo año, 15 entidades federativas elegirán gobernador, además de diputados locales, federales y alcaldes. Y si bien Morena se perfila como ganador en la mayor parte de ellos, el verdadero reto que tiene no es si conquistará o no gubernaturas, como lo hizo en Puebla y Morelos, sino si con ello avanzará o no el proyecto transformador del Presidente. En Guerrero, por ejemplo, ¿pueden representar a la 4T Luis Walton o Beatriz Mojica que promovieron a Ricardo Anaya en 2018?

Antes de la victoria de Vicente Fox en el año 2000, Carlos Castillo Peraza planteaba que el reto de los panistas era aprender a “ganar el poder, sin perder el partido”. El desastre actual de Acción Nacional, al que han renunciado quienes lo representaron como Presidentes de la República, es prueba de su fracaso. No lograron superar el desafío que planteó su ideólogo.

Hoy, Morena tiene una prueba similar. Puede seguir ganando elecciones, pero debe continuar impulsando las transformaciones que le dieron origen. Esa misión no puede incluir a más personajes que por populares que sean, se distinguen por ser ajenos a los principios de honradez, austeridad y justicia social que enarbola Morena. El Presidente de la República y los liderazgos de su partido tendrán que asumir esa responsabilidad cuando elijan a sus candidatos. ¿Cuántos Cuauhtémoc Blanco y Miguel Barbosa pueden permitirse la 4T y el Presidente?

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