Francisco Reséndiz

Ebrard y la disciplina

LAS BATALLAS 

Francisco Reséndiz*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Francisco Reséndiz
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Morena ha entrado en una intensa negociación del más alto nivel entre sus cuatro aspirantes presidenciales, que pasa por Palacio Nacional, con miras –me confirman en los cuartos de guerra- a evitar fracturas y heridas y garantizar que su candidata o candidato al 2024 tenga el respaldo de todas las fuerzas vivas del lopezobradorismo.

Pero esa operación, que intenta comandar Mario Delgado, no cuaja. De acuerdo con integrantes de su equipo consultados para este espacio, Ebrard no esta dispuesto a dejar pasar otra vez las acciones y decisiones de Andrés Manuel López Obrador que lo han relegado… “ya no”, me dicen.

Me hacen ver que a pocos días de que finalicen las giras de “las corcholatas” se reducen las distancias, que los sondeos y lo que se ve en mítines y encuentros con mujeres, campesinos, jóvenes refleja un creciente entusiasmo por las propuestas y programas de trabajo de Ebrard en seguridad, apoyo a las mujeres, atención médica universal, mejores salarios y apoyo al campo cada vez permean más y, esperan que influyan más entre los encuestados.

Y sí, el compromiso de Ebrard es infranqueable para dar continuidad al proyecto de nación que ha iniciado López Obrador en 2018 y que el Presidente de la República insiste en llamarlo como “cambio de régimen”.

Pero hasta qué momento seguirá bajo control el ex canciller cuando ya ha denunciado un escandaloso apoyo de Estado a favor de Claudia Sheinbaum. Y Ebrard ya no va a permitir que le pasen por encima cuando fue el funcionario más leal y efectivo que tuvo López Obrador durante su mandato. La historia de esa lealtad es añeja.

La primera vez que Ebrard dejó pasar a AMLO fue en marzo de 2000. En su equipo recuerdan esa larga negociación en un restaurante del Centro Histórico de la Ciudad de México que terminó después de las 3 de la mañana.

La contienda por la jefatura de Gobierno del entonces Distrito Federal se había cerrado y López Obrador convenció a Ebrard, quien militaba en el Partido del Centro Democrático de Manuel Camacho Solís, para que declinará por él y así cerrar la contienda contra el panista Santiago Creel y después ganarle.

Le ofrecieron un escaño en el Senado por la vía del PRD. Lo integraron al gabinete del nuevo jefe de Gobierno, primero como asesor, luego como Jefe del a Policía y tras un desencuentro con Vicente Fox como secretario de Desarrollo Social, desde donde construyó su candidatura a jefe de Gobierno en 2006.

Con la fuerza alcanzada en el gobierno de la Ciudad de México y con un López Obrador desgastado por el conflicto post electoral del 2006 -donde Felipe Calderón lo derrotó en la contienda presidencial- Ebrard buscaba ser candidato presidencial del PRD en 2012, pero tenía enfrente al ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas y al propio López Obrador.

En esa coyuntura, el ingeniero Cárdenas decidió no buscar la candidatura y López Obrador y Ebrard decidieron ir a una encuesta. No muy convencido por los resultados Ebrard se hizo a un lado y dejó pasar a López Obrador. El choque que tendría Ebrard con el presidente Peña Nieto por el caso de la Casa Blanca de Las Lomas lo llevaría a autoexiliarse en Francia y Estados Unidos durante el sexenio.

En 2018, López Obrador lo nombró canciller. Se convirtió en el más efectivo de sus funcionarios -al grado de defender ante el propio Presidente la necesidad de comprar vacunas contra Covid-19 al precio que fuera, y lo logró-; pero no sólo eso, Ebrard sumó la simpatía de organismos internacionales, de jefes de Estado y de Gobierno, de líderes políticos de otras naciones… un activo que ninguna de las corcholatas tiene.

Pese al apoyo de Ricardo Monreal, el malestar en Ebrard y su equipo crece ante la cargada de gobernadores y funcionarios federales y sus estructuras a favor de Sheinbaum y del juego de Adán Augusto López Hernández para eventualmente levantarle la mano.

Ebrard será candidato presidencial y –me dicen- si lo quieren bajar la oferta o el chantaje deberá ser indescriptible para lograrlo. Al tiempo.