A casi un año de las elecciones a la presidencia en Estados Unidos, cada día parece más claro que la siguiente contienda será una repetición de la elección de 2020: Trump contra Biden. Las encuestas de las últimas semanas revelan, en las primarias republicanas, una ventaja para Donald Trump que parece insuperable —tiene casi cuarenta por ciento sobre el segundo candidato mejor posicionado, el gobernador de Florida, Ron DeSantis—.
Después del fiasco del intento del golpe de Estado al Capitolio en 2021, el Partido Republicano pensó que podría liberarse de la sombra de Trump. Sin embargo, ni siquiera el mal desempeño de los republicanos en las elecciones de medio término y el fracaso de decenas de candidatos que contaban con el apoyo del expresidente, sirvieron para impulsar a un candidato con la fuerza suficiente para derrotarlo.
La estrategia de DeSantis en los últimos años puso énfasis en dos variables: reforzar su imagen como un político ultraconservador a la derecha de Trump y promulgar una serie de leyes de políticas públicas ultraconservadoras, en contra de la izquierda progresista en Florida y empresas como Disney, para demostrar, al público republicano, que no solamente DeSantis es aún más conservador que Trump, sino que tiene la capacidad de convertir su ideología en práctica. Un candidato más a la derecha, más joven y con mayor capacidad debía, según los cálculos de su campaña, poder derrotar a Trump, quien enfrenta cuatro juicios distintos en estos momentos, incluidos dos que lo acusan de haber orquestado una campaña para robar la elección.
No obstante, ninguna de estas premisas se ha tornado realidad. Trump no solamente mantuvo intacta su base de apoyo duro (alrededor de 30 por ciento del electorado republicano), sino que ha convencido a un veinte por ciento extra que, a pesar de los argumentos de DeSantis, él es el candidato más capaz de vencer a Biden. Además, los temas culturales en torno a los cuales DeSantis formó su persona política han perdido tracción entre los votantes republicanos. Aún peor para el gobernador de Florida, quien no puede criticar abiertamente a Trump para tratar de debilitarlo, pues una parte importante de sus votantes potenciales tiene una buena opinión del expresidente. Según una reciente encuesta del New York Times, la gran mayoría de los republicanos cree que Trump es inocente, que no trató de robar las elecciones, e incluso que los juicios son parte de un plan de persecución política. También piensan que Trump es un líder más fuerte que DeSantis (69 sobre 22 por ciento de DeSantis) y, aún peor para el gobernador, que Trump, y no él, es quien tiene más capacidad de poner su agenda en práctica.
DeSantis está atrapado. Los temas que pensó le darían la delantera han perdido popularidad, y a pesar de que en el papel parece un candidato con más posibilidades de derrotar a Biden, pues es mucho más joven que Trump y no tiene la sombra del ataque del Capitolio, Trump sigue dominando el campo republicano. En estos momentos parece que la única cosa que podría pasar para evitar de nuevo un enfrentamiento entre Trump y Biden, es que alguno de los juicios que enfrenta Trump lo declare culpable. Parece que DeSantis seguirá en la campaña con la esperanza de que esto suceda.