Israel y el dilema de Gaza

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod<br>*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.<br>
Gabriel Morales Sod*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón. Foto: larazondemexico

El prisma maniqueo de la prensa internacional y los defensores y detractores tanto de Israel como de la causa palestina es insuficiente para entender el último enfrentamiento en Gaza que culminó a inicios de esta semana. La simplificación del conflicto entre buenos y malos, algo que ocurre en ambos lados de la moneda, sirve sólo para oscurecer la complejidad de un conflicto multifacético donde distintos actores internos y dinámicas geopolíticas se entrecruzan. Enfoquémonos en la Franja de Gaza, un pequeño territorio entre Israel y Egipto, separado del resto de los territorios palestinos.

En 2006, Israel, de una manera un tanto sorpresiva, decidió unilateralmente retirarse de Gaza, removiendo forzosamente a miles de colonos judíos del área. Tan sólo unos días después de la salida de Israel, Hamas —un grupo paramilitar que en la década de 1990 realizó decenas de ataques terroristas que terminaron por frustrar los intentos de paz— se hizo del poder en Gaza. Éstas fueron las últimas elecciones democráticas en Gaza. Desde 2006, en respuesta a la victoria de Hamas, Israel y Egipto (sí, también Egipto) impusieron un bloqueo a Gaza; con cada enfrentamiento entre Hamas y el ejército israelí el bloqueo se ha profundizado, volviendo casi imposibles las condiciones de vida de casi un millón de habitantes en el área.

La dinámica desde 2006 hasta la fecha ha sido la misma: Israel, liderado por Benjamin Netanyahu desde 2009, se negó a continuar con las negociaciones de paz con la Autoridad Palestina (AP), fortaleciendo así a Hamas, que, al contrario de la AP, busca conseguir la liberación por medio de la violencia y se dedicó a construir una infraestructura militar para atacar a Israel; desde 2006 miles de cohetes han azotado a la población israelí.

En el último año y medio, desde la caída de Netanyahu, esta dinámica interminable comenzó a cambiar. El nuevo gobierno israelí otorgó miles de permisos a palestinos en Gaza para trabajar en Israel y relajó decenas de restricciones del bloqueo. Las condiciones de vida de los habitantes de Gaza mejoraron paulatinamente. Por más de un año Hamas se abstuvo de atacar a Israel. Sin embargo, Hamas no es el único actor en Gaza. La Yihad Islámica, un grupo aún más extremo que Hamas, que cuenta con el apoyo y financiamiento de Irán, planeó una serie de atentados terroristas e Israel, de manera sorpresiva, lanzó un ataque preventivo en donde en el que eliminó a casi la totalidad del liderazgo de la Yihad. Hamas se abstuvo de responder y en tan sólo tres días se llegó a un cese el fuego.

A pesar de las terribles consecuencias humanas de los enfrentamientos entre Israel y Gaza en los últimos años, y a diferencia de lo que se lee en las redes sociales en Occidente, ni Israel busca eliminar a la población palestina, ni Hamas cree en verdad que sus cohetes lograrán la liberación de la Franja. Se trata de un juego interminable en donde, en ausencia de un proceso de paz, la violencia se convirtió en herramienta de ambas partes para alcanzar sus intereses. El silencio del último año, que se mantuvo hasta la semana pasada, indica un cambio de paradigma y da una pequeña luz de esperanza. No obstante, si no hay un pronto regreso a la mesa de negociaciones en poco tiempo la violencia azotará de nuevo la región.

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