Israel se enfrenta al momento más difícil de su historia liderado por un hombre sin visión ni valentía. Mientras pasan los días, y la guerra continúa, poco a poco va quedando claro que el primer ministro Netanyahu no tiene un plan de salida ni una estrategia clara en Gaza.
Bibi miente al público israelí cuando promete que acabará con Hamas, algo que es prácticamente imposible de hacer, y, al mismo tiempo, rechaza la posibilidad de que la Autoridad Palestina (rival político de Hamas con quien Israel tiene relaciones) gobierne en Gaza, pues esto implicaría reiniciar un proceso diplomático con los palestinos.
Ésta ha sido su estrategia desde el primer momento en que llegó al poder en 1995, no tomar decisiones respecto al conflicto, no desarrollar una visión y luchar para conseguirla, sino simplemente aplazar el problema, como si mágicamente se fuera a resolver por sí mismo. Para Netanyahu la continuidad del conflicto se tradujo durante años en fuerza política. Por un lado, detuvo cualquier intento de proceso de paz, mostrándose como un líder fuerte de derecha ante el público; por el otro, respetó enteramente los acuerdos de Oslo con los palestinos y, a pesar de que ha habido un incremento significativo en los asentamientos judíos en Cisjordania en la última década, lo cierto es que Netanyahu detuvo cualquier intento de la derecha para anexar Cisjordania a Israel y legalizar la ocupación. Ni para un lado ni para el otro. El conflicto palestino, el cual se dedicó a preservar, se convirtió para él en un arma electoral, nada más. Sólo él, nos dijo por años, podría garantizar la seguridad en Israel. En los últimos años, llegaron además los acuerdos de Abraham con los países del Golfo y Netanyahu le prometió a Israel algo que parecía insólito, hacer la paz con todo el mundo árabe sunita sin resolver el conflicto palestino.
El ataque del 7 de octubre terminó por completo con este mito, pues dejó en claro que no importa cuántos acuerdos de paz Israel firme con el mundo árabe, el conflicto palestino no desaparecerá. La paciencia de Estados Unidos y Europa se está acabando conforme pasan los días y sigue la guerra, que ha dejado un terrible saldo de muertos y desplazados. Ha llegado el momento de preguntarse cuál será el destino de más de dos millones de palestinos en Gaza y cómo Israel podrá garantizar la seguridad en el sur del país ¿quién gobernará la Franja? Esta semana, los líderes del ejército y las agencias de seguridad le pidieron al primer ministro por tercera vez que llame a una discusión del gabinete sobre el día después de la guerra. Netanyahu se niega, sabe que en los próximos meses tendrá que tomar decisiones difíciles, poco populares con su base ultraderechista, apuestas riesgosas que pueden salir mal, precisamente el tipo de decisiones de las que de una u otra manera se ha sabido zafar en los últimos 30 años. Netanyahu ya no va a cambiar. Ha llegado el momento de un nuevo liderazgo.