El nuevo paradigma económico de Biden

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

Gabriel Morales Sod
Gabriel Morales Sod larazondemexico

La victoria de Trump y el ascenso de la derecha populista alrededor del mundo fueron, en parte, el resultado del fracaso del modelo económico neoliberal de la década de 1990. Mientras las grandes empresas y las élites vieron su riqueza crecer exponencialmente en los últimos treinta años, el cincuenta por ciento de la población con menos ingresos en el mundo se quedó estancado.

La crisis de 2009 fue la gota que derramó el vaso. Los cientos de miles de personas que perdieron sus trabajos y ahorros vieron con desconcierto cómo los gobiernos terminaron rescatando no a sus ciudadanos, sino a las mismas empresas que causaron la crisis con sus políticas especuladoras. El descontento pronto se tradujo en capital político para nuevos líderes populistas de derecha que, poco a poco, fueron ganando terreno, mientras la izquierda, aún inmersa en una serie de paradigmas económicos neoliberales, se fue desvaneciendo.

La victoria de Joe Biden, un político de carrera, quien fuera parte de los constructores de este sistema económico, indicó a muchos que los demócratas no habían aprendido la lección. Sin embargo, a sólo tres meses de iniciada su presidencia, la política económica promete ser revolucionaria. Después de promulgar un estímulo económico gigantesco, en cuyo centro se encuentran las clases medias y bajas, esta semana anunció el plan de inversión en infraestructura más ambicioso en el último siglo, una especie de nuevo New Deal que pone énfasis en la generación de empleos a través de obra pública, el cierre de la brecha tecnológica entre las áreas rurales y el centro del país, la lucha contra el cambio climático y la justicia racial. Biden planea financiar este plan con un alza del impuesto a corporaciones –que Trump cortara de 35 a 21 por ciento— a 28 por ciento.

Los planes de Biden rompen con varios paradigmas que causaron el aumento de la desigualdad y el ascenso de Trump a la presidencia. En lugar de temer a la deuda pública y recortar impuestos a los grandes empresarios, la nueva política económica se basa en un aumento a la deuda y a los impuestos corporativos, cuyas ganancias el gobierno distribuirá como apoyos gubernamentales para combatir la pobreza infantil, mejorar la infraestructura física y tecnológica del país con énfasis en energías limpias y reducir las enormes brechas del capitalismo estadounidense fallido de las últimas décadas. Los planes destacan no sólo por su ambición, sino por la rapidez con la que se han anunciado (el primero de ellos ya es ley). A pesar de que Biden hizo campaña como un líder moderado, que prometía regresar al país a la cordura de los tiempos de Obama, hasta el momento se ha mostrado como un líder progresista. Uno de los principales errores de Obama, que Biden vivió en carne propia, fue que durante los primeros dos años de su presidencia, cuando tenía mayoría en el Congreso, en lugar de hacer verdaderas sus promesas de campaña, Obama intentó negociar con los republicanos el plan de rescate económico del país. El resultado fue un plan insuficiente que a largo plazo no hizo sino aumentar el descontento ciudadano.

Biden sabe que es probable que en dos años pierda las mayorías que tiene y que no hay tiempo que perder; por lo tanto, está decidido a cumplir sus promesas de campaña y a atacar con planes económicos ambiciosos la desigualdad perniciosa en el país. De lograr este objetivo, Biden construirá una economía más justa y una base política a la cual el populismo de derecha difícilmente se podrá enfrentar.

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