Como escribió el novelista israelí Amos Oz, la opinión pública en Occidente tiende a dividir al mundo entre buenos y malos, en particular cuando se trata de entender el conflicto israelí-palestino, pues esta dicotomía facilita la comprensión, aunque se trate de una falacia.
Sin embargo, conforme pasaron los días y la izquierda radical comenzó a pronunciarse sobre el conflicto, va quedando cada vez más claro no sólo su falta de responsabilidad intelectual, sino su hipocresía moral, antisemitismo y falta de la más simple empatía humana. Hamas, grupo terrorista que se consagró en el poder en Gaza, y que no ha celebrado elecciones en 17 años, dio la orden clara a los invasores, el siete de septiembre, de matar indiscriminadamente y secuestrar civiles. Las imágenes las hemos visto todos: niños y ancianos acribillados o secuestrados, mujeres violadas, más de doce poblados enteros completamente quemados y destruidos. Escenas que no se comparan ni siquiera con la crueldad del Estado Islámico (ISIS).
Ante la destrucción y la barbarie, ante imágenes de bebés asesinados, parece hasta imposible no condenar inmediatamente los actos de Hamas. Sin embargo, para la izquierda radical los judíos simplemente no son humanos. Zareena Grewal, profesora de Yale, ni más ni menos, justificó la masacre en su cuenta de X (antes Twitter), “explicándonos” desde su escritorio que los civiles israelíes son un blanco legítimo, pues están ocupando la tierra. Es decir, la matanza es justificable. En las manifestaciones pro-Hamas en los campus de las universidades los manifestantes llaman a una “intifada ahora” y a “liberar la tierra por todos los medios necesarios”. En la Universidad de Madison decenas gritaron en una manifestación “gloria a los mártires”. Sí, esos que dispararon contra cientos de jóvenes en la masacre del rave.
La tragedia más grande es que aquellos que creen estar luchando por la libertad del pueblo palestino están consiguiendo precisamente lo contrario. Aquellos que desde la comodidad de sus casas en las capitales occidentales creen ilusamente estar luchando por la liberación de Palestina, mientras miles de israelíes han sido evacuados de sus hogares y lloran a sus muertos y corren a protegerse a los refugios de los misiles de Hamas, muestran su apoyo por un grupo islamista radical, homófono, misógino y antisemita, cuya carta fundacional llama a exterminar el Estado de Israel. Hamas sabía que la invasión y el asesinato de más de 1300 israelíes ocasionaría una respuesta militar muy fuerte y tendría un costo enorme en la vida de la población de Gaza. Pero a la organización terrorista esto le importa poco, pues el objetivo no es conseguir un Estado, cosa que ahora está más lejos que nunca, sino acribillar a judíos en nombre del Islam. En lugar de condenar los ataques de Hamas y manifestarse a favor del cese al fuego y de la solución de dos Estados, la izquierda radical, ensombrecida por su propio antisemitismo, y creyéndose moralmente superior, se convirtió en aliada de un grupo de asesinos.