¿Es posible construir un puente entre árabes y judíos?

VOCES DE LEVANTE Y OCCIDENTE

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Con el ataque de Hamas a Israel el 7 de octubre, el miedo comenzó a recorrer las calles no sólo del sur sino del país entero.

Hace tan sólo tres años, en mayo de 2021, en el contexto de enfrentamientos entre Israel y Hamas en Gaza y el Este de Jerusalén, se desató la violencia entre árabes y judíos en las ciudades mixtas dentro de Israel: cientos de coches y casas quemadas, linchamientos de ciudadanos árabes, asesinatos violentos de civiles judíos; y enfrentamientos prolongados entre manifestantes árabes y la policía. El país estuvo por dos semanas al borde de una guerra civil. Por primera vez en años, Hamas consiguió uno de sus más anhelados objetivos, desatar la violencia no sólo en Gaza y Cisjordania, sino en el corazón mismo de Israel. Sin embargo, a casi dos meses del momento más trágico de la historia de este país, y a pesar del llamado de Hamas a los árabes-israelíes a unírseles en combate, no se ha registrado un solo acto de violencia entre árabes y judíos dentro de Israel.

Una de las razones por la que la violencia no se desató, es que desde mayo de 2021 la sociedad civil israelí ha trabajado arduamente para desarrollar mecanismos de conciliación y prevención de violencia étnica. Sin embargo, el principal motivo es, que al igual que el resto de la sociedad israelí, la gran mayoría de la población árabe en Israel se opone férreamente a los actos barbáricos de Hamas. Parece ilógico que mientras muchos en el mundo occidental tratan de negar la masacre de Hamas, los árabes israelíes, quienes a diferencia del resto del mundo árabe consumen información de medios de comunicación tanto árabes como israelíes, han dado un mensaje claro: Nosotros también estamos en contra de Hamas. Esto no es sólo porque Hamas asesinó a sangre fría a 24 árabes-israelíes y secuestró a nueve más, sino porque como todo el país, la población árabe se opone al secuestro y la masacre de civiles, incluidos niños y bebés.

De acuerdo con una encuesta del Instituto Israelí para la Democracia, 70 por ciento de los árabes-israelíes reportaron, después del ataque, sentirse identificados con el Estado de Israel, un máximo histórico y un alza de 30 por ciento respecto de hace dos años. Además, los líderes de los dos partidos árabes en el parlamento, a diferencia de muchos de sus pares europeos, condenaron fuertemente la barbarie de Hamas, y el líder del partido islamista incluso expulsó a una de sus miembros en el parlamento después de que ésta intentara justificar la masacre.

A pesar de la enorme brecha de desigualdad entre árabes y judíos en el país, y del ascenso de la ultraderecha antiárabe al poder, la realidad es que en las últimas dos décadas la población árabe (alrededor de 20 porciento del país) comenzó un fuerte proceso de integración que políticamente llevó incluso, al partido islamista árabe, a formar parte del gobierno de Israel (durante el gobierno de Naftali Bennett) por primera vez en la historia. Parece hasta imposible pensar que los israelíes puedan construir de nuevo puentes con los palestinos después del pogromo que vivió el país. Sin embargo, tarde o temprano, estos puentes tendrán que construirse, y no hay otro camino hacia ese objetivo sino aquel que comienza dentro de casa. El día de antier Hamas liberó del cautiverio a Aisha Ziyadne, israelí beduina de tan sólo 17 años. El país entero celebró su liberación. En el momento más trágico del país, una extraña oportunidad se ha presentado: árabes y judíos, por primera vez en años, parecen sentirse unidos en un destino común.