4T 2.0.

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Las revoluciones y las transformaciones (entendidas como revoluciones pacíficas) están obligadas a efectuar cambios en sus estrategias. Deben mutar para renovar su ímpetu y, sobre todo, para enfrentar los retos que encuentran en el camino. Si gana las elecciones de 2024, la 4T 1.0 —es decir, el lopezobradorismo— tendrá que dar paso a una 4T 2.0, que habrá de implementar algunos ajustes al programa original.

Aquí quisiera imaginar una versión de la 4T 2.0 desde una posición que cabría denominarse como moderada.

Una justificación que podría ofrecerse para esa posición moderada —que, por supuesto, no será del gusto de quienes prefieran una versión más radical de la 4T 2.0— es que, así como en el corazón humano hay movimientos de sístole y diástole, en los procesos sociales también hay momentos de expansión y de relajación.

De esa manera, lo recomendable sería que la 4T no prolongue su momento sistólico, sino que lleve a cabo un movimiento diastólico que permita afinar las propuestas, corregir los errores y afianzar lo que se ha ganado para que, más adelante, pueda entrar en otro momento sistólico. Visto de esa manera, el movimiento diastólico no equivaldría a un retroceso, sino a una nueva etapa en un proceso de transformación a largo plazo.

La 4T 2.0 moderada que creo está en la mente de muchos mexicanos tendría, por lo menos, las siguientes cuatro características:

1. Será menos destructora y más constructora

2. Menos personalista y más institucional

3. Menos política y más técnica

4. Menos agresiva y más conciliadora

Todo cambio de régimen, llámese revolución o transformación, debe destruir o —si se prefiere un verbo menos agresivo— desmantelar el régimen anterior. Sin embargo, como subrayaba Luis Cabrera, hablando de la Revolución Mexicana, el momento destructivo debe dar paso lo más pronto posible a uno constructivo, es decir, a la instalación del nuevo régimen con sus leyes, instituciones y estructuras. La 4T 2.0 deberá preocuparse más por construir una nueva sociedad en vez de intentar destruir lo que queda del edificio del viejo régimen, que aún se mantiene en pie.

La 4T 2.0 tendrá que institucionalizarse para poder avanzar en su proceso constructivo. El personalismo que la ha caracterizado, es decir, el lopezobradorismo, debe tomarse como una fase del proceso de transformación —acaso indispensable— que debe ser sustituido, mientras más pronto, mejor, por una nueva fase que permita una gestión más plural, incluso más democrática.

Para que la 4T 2.0 avance en su proceso de construcción institucional, deberá prestar más atención a los aspectos técnicos del gobierno, sobre todo en un plano administrativo. La improvisación deberá ser reemplazada por una planeación más efectiva, menos ideologizada y, sobre todo, menos dependiente de los caprichos de los distintos liderazgos, más preocupados por las acciones simbólicas y de relumbrón que por las acciones sólidas y bien planeadas, casi siempre más discretas.

Por último, la 4T 2.0 deberá hacer algo para que un mayor número de ciudadanos se identifique con el movimiento y, de esa manera, colabore con el proceso de creación institucional y rigurosa. Eso no significa que la 4T 2.0 abandone sus banderas, sino que haga un esfuerzo para que más personas se sientan representadas por ellas.

Hay otra opción para la 4T que consiste en convertirse —en caso de ganar las elecciones, por supuesto— en una versión radicalizada de la 4T 1.0. Esto equivaldría a una 4T todavía más destructora, más personalista —el que López Obrador ya no sea presidente no es un impedimento para que el personalismo sea más intenso—, más politizada e ideologizada, sin tomar en cuenta las exigencias de la realidad, y más polarizadora, al grado de poner en riesgo la paz social.

La discusión acerca de cómo se pretende que sea la 4T 2.0 tiene que ser pública —no puede recluirse a los pasillos del palacio— y tiene que ser un eje de la campaña electoral del año que viene. Una 4T 2.0 moderada es una opción que quizá puede resultar atractiva para aquellos votantes que han quedado desilusionados con las derivas negativas de la 4T 1.0. Una pregunta que flota en el aire es la de si se darán las condiciones para defender abiertamente, sin miedos, esa posición moderada antes de las elecciones.