Una de las corrientes más importantes de la filosofía del siglo XX fue la filosofía lingüística. De acuerdo con esta escuela, la tarea de la filosofía consiste en analizar los usos y abusos de las palabras. Cuando ellas se usan de manera equivocada, surgen problemas que se apoderan de nuestra inteligencia. Para resolver esos problemas o, mejor dicho, para disolverlos, lo que tenemos que hacer es atender a los usos correctos de esas palabras.
El giro lingüístico de la filosofía pasó de moda hace tiempo. Sin embargo, sus lecciones, sus métodos e incluso sus intuiciones más básicas siguen siendo valiosas o, por lo menos, eso es lo que me parece a mí, que no dejo de ser un filósofo del siglo pasado, por más que me esfuerce por ser uno del siglo que transcurre. Aunque ya no aceptemos la tesis fuerte de que el único método genuino de la filosofía es el lingüístico, no podemos dejar de reconocer que ese método nos ofrece datos y claves provechosos para la reflexión filosófica.
La filosofía sobre los pronombres personales ha sido un campo muy estudiado de la filosofía del lenguaje. Hoy en día, la diferencia entre referirse a una persona como “él” o como “ella” se ha convertido en un asunto muy debatido en la política del género. Sin embargo, hay otros pronombres que nos manifiestan aspectos de la realidad que pueden pasar desapercibidos.
Por ejemplo, consideremos la diferencia entre los pronombres indefinidos “algo”, “alguien” y “alguno”. Hablar de algo es hablar de una cosa cualquiera. Hablar de alguien, en cambio, es hablar de un semejante. Esta diferencia lingüística apunta a una diferencia ontológica fundamental: la de cosas y personas. En el inventario del universo cada cosa es un algo, pero sólo algunas, muy privilegiadas, como usted y como yo, somos un alguien. Hablar de alguien como si fuera algo le resta dignidad, porque equivale a cosificarlo.
Por su parte, la palabra “alguno” tiene peculiaridades interesantes. “Alguno” se puede usar para denotar algo o alguien. Por ejemplo, si un maestro no recuerda cuál fue el alumno que contestó todas las respuestas de un examen, dirá que “alguno de ellos tuvo todos los aciertos” pero no dirá “algo tuvo todos los aciertos”. Por otra parte, “alguno” puede usarse para denotar de manera indeterminada una cosa. Por ejemplo, puedo decir que me gustó alguna de las casas que vi esta mañana. En todo caso, siempre que hablamos de alguno hablamos de uno en específico, aunque no sepamos cuál, pero cuando hablamos de algo, hablamos de uno cualquiera. Aquí también referirse a alguno o alguna, como si fuera algo o alguien, resulta chocante.
Estas sutiles distinciones nos permiten plantear una interrogante filosófica: ¿qué significa pensar en otro individuo como si fuera algo, alguien o alguno? Hay mucha filosofía política y mucha ética detrás de esta pregunta.