Se dice que para México es una desgracia estar tan cerca de Estados Unidos. No es exageración. Ha sido muy difícil tener como vecino al país más nacionalista, más militarista y más arrogante del mundo.
Todo parece indicar que pronto tendremos que resistir una vez más al embate de nuestro vecino del norte.
Hay que tener en cuenta que cuando Donald Trump abre la boca, no sólo habla por él, sino por millones de estadounidenses que piensan igual. Las amenazas que lanza el candidato republicano son todas temibles:
Terminar de construir el muro en la frontera; combatir con unidades militares a los narcotraficantes mexicanos dentro de nuestras fronteras; deportar a cientos de miles de mexicanos que viven en Estados Unidos sin documentos migratorios; imponer tarifas a las importaciones que vengan de México; y frenar las inversiones productivas en México con capital estadounidense.
Estas cinco medidas tendrían consecuencias terribles en caso de que se llevaran a cabo. El costo humano sería enorme. Millones de mexicanos sufrirían por ellas.
La triste realidad es que Trump ha elegido a los mexicanos como los chivos expiatorios de los problemas de Estados Unidos. El candidato no quiere ver más mexicanos caminando por las calles de sus ciudades ni quiere que haya más productos manufacturados en México en las tiendas de su país.
Lo que más preocupa es que, gane o pierda Trump, es probable que el proceso de cerrar las fronteras a los mexicanos y a sus productos, de culpar a los narcotraficantes mexicanos de la crisis de adicción en Estados Unidos e incluso de deportar a miles de compatriotas que se han establecido en ese país seguirá avanzando. Esta tendencia ya lleva varios años y tarde o temprano se comenzarán a sentir en México sus efectos más perniciosos.
A partir de 1994, México se adaptó, con muchos esfuerzos, a la nueva relación con los Estados Unidos que trajo consigo el TLC. Hoy, en 2024, tenemos que prepararnos para enfrentar la nueva realidad política y económica de nuestro vecino del norte. Frente al ultranacionalismo estadounidense, tenemos que formular una ideología que nos sirva para defender nuestros intereses. Dicho en otras palabras: la forma de pensar sobre México que adoptamos en 1994 ya no resulta útil en 2024. México requiere plantear un nuevo pensamiento nacional que sea capaz de responder a las amenazas que, probablemente, vendrán del exterior.
La circunstancia más complicada, sin duda, sería la de una intervención militar estadounidense con la excusa de combatir a los narcotraficantes. Hay varios escenarios que se pueden imaginar: desde ataques con drones o misiles a objetivos muy específicos, hasta la presencia de tropas en algunas zonas del país que podría durar meses o incluso años.
Cualquier proyecto de nación que se ofrezca para los años venideros tendrá que ofrecer una respuesta precisa a esa eventualidad.