Babel feliz

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Todos recordamos la historia de la Torre de Babel. Los descendientes de Noé, que hablaban el mismo idioma, decidieron construir una gigantesca torre cuya cúspide llegara al cielo. Viendo lo que sucedía, Jehová confundió su lengua y los esparció sobre la faz de la tierra.

El proyecto de la torre de Babel era una empresa enloquecida, no tanto por las dificultades materiales que pudo haber encontrado, sino por la ambición desaforada que impulsaba su construcción. Por pecar de soberbia, los seres humanos dejaron de entenderse entre sí con un mismo idioma y así surgió la diversidad de los lenguajes.

A lo largo de la historia, los seres humanos han desarrollado numerosos lenguajes. Sin embargo, la multiplicidad lingüística cada vez está más amenazada. Cada año desaparecen alrededor de 25 lenguajes. Aun así, se calcula que todavía hay unos seis mil idiomas vivos, pero que el ritmo de su extinción podría acelerarse y dentro de un siglo podrían haber desaparecido el 90 por ciento de ellos.

Cada vez que se extingue un idioma se pierde una manera de entender el mundo que es única e irremplazable. No quiero sugerir que los lenguajes sean, en última instancia, intraducibles entre sí. Los lenguajes no son como islas perdidas a la mitad del océano, sino que entre todos conforman el archipiélago de la cultura humana. Puede costar trabajo, pero es maravilloso que a cualquiera se le puede entender, poco o mucho, no importa qué idioma hable. Es por eso, porque somos capaces de entendernos, que descubrimos o, por lo menos, adivinamos la hermosa filigrana de cada idioma.

No obstante, hay quienes consideran que la diversidad lingüística es una desgracia. Quienes inventaron el esperanto en el siglo XIX querían un instrumento para la paz y la armonía mundial. Sin embargo, a pesar de las buenas intenciones de sus creadores, el esperanto, idioma artificial, nunca ha cumplido con sus fines originarios.

Hay otro proyecto tácito que pretende acabar con el multilingüismo por medio de la imposición de uno de los lenguajes existentes como el vehículo privilegiado de comunicación del género humano. La lengua franca elegida, ya lo sabemos, es el inglés. O, mejor dicho, el globish, que es una versión simplificada del inglés. Me temo que estamos ante otra empresa movida por la ambición política, económica. Que hubiera un solo lenguaje que uniformara a la humanidad sería la tiranía de quienes se erigieran como los dueños de ese lenguaje: el idioma del imperio. El lenguaje único sería un instrumento para dar órdenes a la humanidad de la misma manera en la que hay un lenguaje de programación con el que se le indica a las máquinas lo que deben hacer.

La inteligencia artificial, como todas las creaciones humanas, tiene un lado malo, que nos asusta, pero también tiene un lado bueno, que nos alienta a preservar la esperanza en el futuro de la humanidad.

Hay en la actualidad varios programas de traducción automática que nos ofrecen un menú de cientos de idiomas. Estos programas traducen textos muy complejos con una exactitud cada vez más asombrosa. También traducen el discurso hablado, por lo que es posible entablar una conversación con alguien que no hable nuestro mismo idioma con la ayuda de un teléfono móvil.

Una ventaja de los programas de traducción automática es que no necesitamos recurrir a un lenguaje común para comunicarnos. Ya no hace falta una lengua franca, una lengua imperial. Hablar el mismo idioma que la persona con la que queremos comunicarnos tiene grandes ventajas, sería absurdo negarlo. Sin embargo, gracias a la inteligencia artificial, ahora podemos entender al otro sin compartir su idioma. El reto es que cada vez haya más lenguajes que estén dentro de los menús de los programas de traducción automática y que las opciones no se restrinjan a los idiomas más poderosos. Los motivos para incluir un lenguaje en el menú no pueden ser sólo comerciales. Un ideal de la humanidad en el siglo XXI es que todos los lenguajes sobre la faz de la tierra pudieran descifrarse con la ayuda de un teléfono móvil. Si lo lográramos, quizá podríamos mantener con vida a miles de idiomas que ahora parecen condenados a la extinción. Este proyecto global podría ser adoptado por alguna organización internacional, como la UNESCO.