Crisis, decadencia y agonía

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado
Guillermo Hurtado larazondemexico

José Ortega y Gasset afirmaba que un pensador genuino debe enfrentarse a su circunstancia. Hay que estar, nos decía, a la altura de los tiempos. O a su bajeza, añadiría yo, porque hay tiempos de crisis, de decadencia e incluso de agonía. El pensador que tiene algo que decir a sus contemporáneos es aquel que sabe si su circunstancia es la promesa del alba, el esplendor del mediodía, el anuncio del crepúsculo o la noche más oscura.

Podemos plantear la pregunta para México. ¿En qué momento nos hallamos los mexicanos? ¿Pasamos por una más de nuestras crisis? ¿Hemos entrado en decadencia? ¿Estamos en agonía? ¿Qué hora marca el reloj de la historia patria?

La filosofía mexicana no puede desentenderse de la historia mexicana. No puede ser la misma una filosofía para la crisis, que una para la decadencia y, mucho menos, para la agonía. Las preguntas relevantes, en cada caso, son distintas.

Cuando pasamos por una crisis, buscamos las soluciones para retomar el camino. O, acaso, para tomar otra ruta. Cuando descubrimos que hemos entrado en decadencia, no tiene caso preguntarse sobre cómo retomar el camino, porque la senda que llevamos va de bajada y no hay manera de cambiarla. Cuando llegamos a la agonía, cuando el fin está a la vista, tenemos que pensar en la despedida, en el recuento de lo logrado y lo perdido, en la condena o en la redención.

Cada uno de estos tres momentos son viejos conocidos de la historia humana. En el caso de México, se dice con frecuencia que estamos en crisis o, más bien, que salimos de una para entrar en otra. Sin embargo, cabe plantear la posibilidad de que lo nuestro ya no sea una crisis cualquiera. De una crisis se puede salir ­–con mucho trabajo y algo de suerte–, pero de una decadencia no hay fácil escapatoria. Y cuando se entra en agonía se sabe que lo que vendrá después –si es que algo vendrá después– será radicalmente diferente de lo conocido.

En México hemos pasado por esos tres momentos y hemos tenido pensadores que han reflexionado con profundidad sobre cada uno de ellos. Moctezuma personifica, mejor que nadie, la conciencia fatal del fin de la historia. No tenemos registro de sus meditaciones, pero podemos adivinarlas por los testimonios que se han rescatado de su conocimiento de los presagios, de su interrogatorio a los sacerdotes, de su dramático encuentro con Cortés. No creo que haya muchos que piensen que estamos cerca del fin de nuestra nación, pero sospecho que no son pocos quienes comienzan a sentir que México ha entrado en un periodo de decadencia. Crisis ya las vivimos. Lo que quizá nos espera es algo distinto y sobre ello tendremos que pensar con responsabilidad y rigor. He aquí una de las tareas más apremiantes de nuestra filosofía.

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