Democracia y demagogia

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Por:

La democracia siempre ha sido vulnerable a la demagogia. No obstante, resulta evidente que hoy en día la demagogia está poniendo en peligro a la democracia de una manera alarmante. Pensemos en la siguiente analogía: digamos que la demagogia había sido como el virus del catarro de la democracia; pues bien, lo que ahora estamos presenciando es que el virus ha mutado de tal manera que amenaza con matar a la democracia de una pulmonía.

Esta amenaza tiene mucho que ver con el fenómeno contemporáneo de lo que se conoce como la posverdad. Los políticos siempre han mentido para llegar al poder. Eso lo sabemos. Lo que distingue a las mentiras del pasado de las mentiras del presente es que las primeras eran, por así decirlo, muy burdas, pero ahora, las segundas, alcanzan un nivel de sofisticación que las hacen virtualmente indetectables. La inteligencia artificial, que avanza a una velocidad alucinante, tiene mucho que ver con la crisis de la democracia a la que me refiero. Por medio de las redes sociales se puede transmitir, a millones de personas en cuestión de segundos, un video falso en el que un político aparece diciendo alguna barbaridad. Resulta que la imagen del político está manufacturada por medio de un programa de computación, lo mismo que su voz y que, a menos que uno sea un especialista en estos asuntos, no hay manera de distinguirlo de un video verdadero. Si bien nunca hemos tenido un instrumento infalible para separar la verdad de la mentira y, por eso mismo, hemos sido víctimas de los engaños de los políticos durante toda la historia, hoy en día se ha vuelto todavía más difícil tener un criterio sensato, fundado en la experiencia, para estar alertas de cuándo nos están engañando en el campo de la política. Dicho de otra manera, la demagogia ya no tiene límites. Es como un poderoso huracán que destruye todo a su paso.

En las campañas electorales que recién acaban de terminar en México fuimos testigos de una enorme sarta de mentiras, engaños y confusiones sembradas por todos los actores políticos. Es una vergüenza que la campaña de la oposición del PRI, PAN y PRD, que enarboló la demagógica bandera de “la verdad, la vida y la libertad”, haya incurrido en mentiras tan groseras y haya engañado a tanta gente que depositó su confianza en ellos. No debe extrañarnos, por lo mismo, que mucha gente que creyó ingenuamente en las buenas intenciones de esos tres partidos, ahora se sientan defraudados por ellos –lo que importaría poco– sino, además, por el sistema democrático mismo –lo que sí es muy preocupante.

Lo alarmante, insisto, no es que se deje de creer en un político o en un partido político. Lo inquietante es que, por culpa de los abusos de la demagogia, se deje de creer en la democracia misma.