La emancipación de Robotina

TEATRO DE SOMBRAS

*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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En 1962 se estrenó una serie de dibujos animados llamada Los supersónicos. La serie trataba de una familia del futuro que vivía en un mundo en el que casi todo estaba automatizado.

Uno de los personajes era un robot llamado Robotina, que era la sirvienta de la familia. Robotina, no era una máquina de última generación y por eso era algo torpe. Su diseño era muy elemental. Su cuerpo era una burda caja metálica, su cabeza un cilindro con dos lámparas como ojos y una ranura como boca, y para moverse tenía en la parte inferior unas pequeñas rueditas. Lo chistoso es que llevaba un delantal y una cofia, como para que uno se acabara de convencer de que era el sucedáneo de una trabajadora doméstica. Su voz, sin embargo, sí era parecida a la de una mujer, aunque metálica.

Robotina aparenta tener el género femenino para responder a las expectativas del ama de casa. La señora no quiere un robot indiferenciado para que limpie su hogar y haga la comida, como las aspiradoras robots que existen hoy en día, sino que quiere un robot que parezca una mujer como ella. ¿Por qué la disfrazan de mujer? Una respuesta marxista es que la señora quiere reproducir la relación histórica de explotación entre una mujer burguesa y una mujer proletaria, y que por eso le complace dar órdenes a un remedo de trabajadora doméstica que la obedezca sin chistar y que nunca descanse. No importa que Robotina apenas parezca un ser humano, lo relevante aquí es que desempeñe el rol que se espera de ella.

Algo semejante podría decirse del ideal de construir androides, es decir, robots absolutamente indistinguibles de un ser humano. No sólo importa que cumplan a la perfección con las tareas que se les asigne, sino que parezcan seres humanos, actúen como ellos, cumplan con las expectativas que sus dueños ponen en ellos. En estos casos, las relaciones que podríamos tener con los androides serían semejantes a las que tenemos con los seres humanos genuinos, incluyendo a la más importante de todas ellas: el amor. En estos casos, el androide, en versión masculina o femenina o en alguna otra elegida por su dueño, cumpliría con el ideal del amante perfecto, o del esposo perfecto o del amigo perfecto o del hijo perfecto o del padre perfecto. Humanoides hechos a la medida.

En estos días se ha comentado que un grupo de científicos de la empresa Open AI están muy cerca de desarrollar un modelo de inteligencia artificial, denominado Q*, que puede resultar un peligro para la humanidad por su probable desarrollo autónomo. ¿Acaso veremos la rebelión de Robotina en contra de sus patrones? ¿Y si el futuro de la humanidad no fuera la lucha de clases sociales, como pensaba Marx, sino la lucha entre los humanos y sus esclavos mecánicos?