Guillermo Hurtado

La estética del tráiler

TEATRO DE SOMBRAS

Guillermo Hurtado *Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
Guillermo Hurtado 
*Esta columna expresa el punto de vista de su autor, no necesariamente de La Razón.
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Se ha dicho que algunos textos de las solapas califican como obras literarias. En un compacto párrafo se invita al lector a leer un libro y, de preferencia, a comprarlo. Este género de arte menor —aunque sea sólo por su dimensión— tiene un equivalente cinematográfico. 

Hace medio siglo, en los cines proyectaban “cortos” antes de la película. Normalmente, estos cortos incluían el inolvidable “noticiero continental”, dos o tres anuncios de películas ya en cartelera o de próximo estreno y, al final, un promocional de la tiendita de dulces. A los anuncios de películas también se les llamaba cortos, pero de un tiempo acá se ha vuelto común usar la expresión inglesa “tráilers”. Una ventaja de esta denominación es que nos permite distinguirlos de las películas de cortometraje.

Antes sólo se veían tráilers en la sala de cine. Ahora se los ve en la televisión, en las redes sociales y, sobre todo, en los canales de videos en internet. Cada semana se dan a conocer decenas de tráilers de películas producidas en todo el mundo. Algunos de esos tráilers son vistos por millones de personas, incluso más de las que ven la película original. Sin su respectivo tráiler, una película no tiene oportunidades de distribución y reconocimiento. Una película sin tráiler es como un libro sin portada.

Un tráiler dura, en promedio, un minuto y medio. Su propósito es seducir al espectador. El mejor tráiler, por lo mismo, es aquel que nos jala, por así decirlo, a ver la película en cuestión. Para lograr este propósito, un buen tráiler tiene que decirnos de qué trata el film, pero sin revelarnos toda su trama. Un mal tráiler nos deja sin ganas de ver el largometraje, porque ya sabemos quién se casa con quién, quién se muere y qué pasa al final.

En algunos casos, el tráiler es mejor que la película, es decir, cuando vemos el film después de ver el tráiler quedamos decepcionados. Pero en otros casos, el tráiler no le hace justicia a la película, si vemos el largometraje, nos damos cuenta de que el tráiler no supo reproducir el valor de la obra.

Hoy en día se acepta que los tráilers son un género artístico en sí mismo. Yo me preguntaba por qué no existe un premio “Óscar” para ellos, pero me he enterado de que ya hay premios especiales para los tráilers que se otorgan en los Estados Unidos. No obstante, podría decirse que el género todavía no ha recibido el debido reconocimiento.

Hay estudios científicos que muestran que nuestra capacidad de atención cada vez es más reducida. Es difícil que una película mala o pretenciosa nos enganche por dos horas completas, en cambio, como los tráilers duran tan poco, nos ofrecen una alternativa cinematográfica muy digerible en la actualidad.

A mí me gusta ver tráilers de películas que sé que jamás vería, ya sea por falta de tiempo, de paciencia o de estómago. Por ejemplo, me gustan los tráilers de películas de acción que nunca vería completas porque de seguro me aburrirían. En los pocos minutos que dura el tráiler puedo disfrutar de todas las imágenes espectaculares del largometraje sin tener que aguantar todo el relleno.

El tráiler ha dejado de ser el anuncio de una película para convertirse en una pequeña obra de arte cinematográfico. Si uno compara los tráilers del siglo pasado con los actuales, podrá observar que su gramática narrativa y visual ha mejorado muchísimo. Ahora son obras más auto-contenidas, mini-films que tienen un valor por sí mismos, más allá de la película que anuncian. Sin embargo, el género del tráiler sigue subordinado al del largometraje. Para que el tráiler se convierta en un género artístico mayor, autosuficiente, creo que tendríamos que presenciar dos tipos de tráilers que, por lo que sé, aún no existen. El primero será el del tráiler que no se haga después de una película sino antes de ella. Es decir, que el largometraje en cuestión se construya a partir del tráiler y no al revés, como ahora sucede. El segundo tipo de tráiler, que podría calificarse de fantástico, sería el que se haga de una película que no existe y que, además, no existirá jamás.